domingo, 5 de marzo de 2023

El Renacimiento mexicano

El Renacimiento mexicano debe su nombre al período comprendido entre 1910 a 1940, intervalo de tiempo procurado por época de revolución, guerra civil y sacudidas en el país. El mecenazgo fue el impulso que necesitó México para darse a conocer como integrante de su cultura propia que podía competir con otras. Artistas como Diego Rivera o Frida Kahlo fueron los mayores conocedores de la cultura mexicana que mejor supieron desenvolver.

Con la revolución contra el gobernante Porfirio Díaz, se empezaba una guerra interna donde el pueblo deseaba la libertad económica que necesitaba. Esta revuelta, conocida como la Revolución mexicana, sucedió, después, en una guerra civil. De tantas desgracias, sin embargo, y dentro de este intervalo de tiempo, hubo un renacimiento de su cultura.

Los avances de Diego, Frida y otros importantes artistas de esta fatídica época lograron un simbolismo cultural tan amplio que México se convirtió en su cuna propia del arte renacentista. Bajo el mandato del Estado, estos artistas consideraron dar rienda suelta a esa patria revolucionaria, la libertad de expresión de la época y la nueva paz mexicana. Artistas de otros países, como Robert Capa, encontraron nuevos fundamentos artísticos en esta cultura tan enervante, feliz y exótica.

Entre las muchas obras de este período, destacan: Mujeres mayas (1926 – Roberto Montenegro), Baile de Tehuantepec (1928 – Diego Rivera) o un autorretrato de Frida Kahlo. Entre, además, tantas obras de otros autores, esta cultura supuso una bonanza exquisita para México, con el fin de fomentar su nuevo arte, patriótico y, sobre todo, exponente grande de un país lleno de distintos tipos de maestría.

Esta cultura se basó en recuperar la historia legítima de su pasado. Una de las ideas a esto es el muralismo mexicano, que avivaba la idea nacionalista de todo un conjunto de pueblos unidos por siempre. Era un destino con el que revivir la Revolución, sin embargo, cortante para sueños más liberales de los artistas. No obstante, era una identidad para el país, sacarlo de su opresión para ser libre el pueblo tanto indígena como español. Por entonces, el arte ya cobraba una figura más pública que privada, era mercantil a la vez que cultura mundial.

Este ejemplo de pinturas recolectaba de todo tipo, no solamente de revolución se hable. Había desde escenas cotidianas a religiosas, una de estas últimas famosas, aunque fuera de esta época: La Piedad, réplica que se hizo en el siglo xviii por influencia renacentista.

De los llamados Tres Grandes (Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Siqueiros), crearon una idea del arte totalmente única denominada fuerza universal, la mejor forma de expresión del ser humano. También fue un arma en la revolución, un estandarte con el que definir mejor la libertad que su cultura. Aunque diferían en sus obras cada uno, los tres servían de influencia para la nueva generación de artistas.

Frida Kahlo no dejó atrás tampoco su pincel. Fue maravillosamente conocida por sus autorretratos. Llegó a internacionalizar su trabajo: cruzó la frontera mexicana con un talento innato que iba desde la libertad indígena hacia lo feminista. Su vida giró en torno a la Casa Azul, hogar donde nació, y murió. Por culpa de un accidente de autobús a sus dieciocho años de edad, fue la gracia que la dotó del valor tan reverencial con el que dio a conocer muchas de sus obras en su recuperación.

Hasta estos días, estos legados de culturas definidas por épocas de revolución, guerras y renovada cultura permitieron que México comunicara su vida artística hacia todo el mundo, con el fin de atraer a otros artistas para inculcar el futuro en los nuevos pinceles aprendices.

 

© 2023 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).

España.




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