miércoles, 26 de febrero de 2020

Merece

Merece la pena haberte amado, 
haberte conocido, sentir tu cariño, 
verte sonreír, estar conmigo,
jugar con tus manos. 
Merece la pena haberte encontrado, 
hacer de niños en nuestro nido, 
cambiar nuestras vidas
por juguetes y besos de enamorados. 
Merece la pena haberte abrazado, 
darte eso de mí, eso que te dice
que no estás sola, estoy a tu vera,
en esa luz que camina a tu lado. 
Claro que merece haberte llorado, 
lágrimas de distancia, llantos de amor, 
alegrías de amigos y luego la frustración;
pero merece la pena que me hayas soñado. 

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

martes, 18 de febrero de 2020

Cuando callo

Cuando calla la boca
no se dicen muchas palabras,
la lengua queda muda,
no se habla de otra cosa. 
Cuando calla la boca
el mundo se adormece,
lo viejo se hace más viejo, 
lo nuevo, ni con lotería toca.
Cuando calla la boca
no se hablan de recuerdos, 
no se dicen los “te amos”,
todo se va al viento y su cola. 
Cuando callan, no hay de otra
que seguir el silencio, 
brumo, áspero, seco, indigente, 
mejor educado que una copa. 
Cuando callamos vive una nota
que se escribe en ese piano
al aparecer una nube, 
y el tiempo te dice: “Hola".

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España. 

miércoles, 12 de febrero de 2020

Junto al fuego

A veces deseo amarte, sentirte liberada;
otras, deseo desearte con avaricia
como si dos bestias no pudieran
sostener el peso de sus jaulas. 
Te pienso, me piensas y somos nada, 
dos entes presos de este mundo
con el corazón en boca del amor, 
y el puño puesto en el alma.
Deseo hacerte sonreír, escuchar tu carcajada, 
saber que estás ahí donde cabe
un niño entre tus brazos
y el aroma de mi voz en tu almohada. 
Deseo codiciarte, vestida, desnuda, llorada,
feliz, mansa, iracunda, seria, gentil…
Y lo que más deseo es estar contigo, 
juntos, contenidos en el secreto de nuestra llama. 

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

miércoles, 5 de febrero de 2020

Caricias caras

El precio de una caricia vale
lo que una mirada provoca, 
el mover del cuerpo
de cada una de las extremidades. 
De eso se trata, de entregarte, 
de ver sin tocar, y sin verte, 
de acariciar la piel de tu busto
con manos sin carne.
Poner una de ellas, y resbale,
sobre una gran montaña;
y la otra, viajará lejos de los gemidos
hasta donde Dios no sabe. 
La otra se hundirá en un romance
donde el gesto más sublime
entra sin pudor, sin mucha fuerza
y en donde un rezo, no cabe.
Ahí es cuando ya no eres elegante, 
te vuelves bestia, endureces tu boca
en la que un beso vale más
que tocar con el fuego salvaje. 
Fluye la energía, saltas y bailes,
entre más te acaricio,
tu ser se vuelve demente
y lanzas miles de manantiales. 
Así, ya eres el mismo Hades, 
y la potencia de una selva urgente
se convierte en pura lascivia, 
y ya no eres mujer, sino mi propia sangre. 

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España. 

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