martes, 14 de mayo de 2019


A los Eones también se les consideraban mesías, santos, ángeles y de cualquier otra figura celestial, aunque también, si eran heredados por el Mal, podían convertirse en reyes de los infiernos, dejando de lado al mismísimo Satán. Pocos Seres Supremos tenían tanto poder para obviar a Lucifer y sus secuaces.
Entre esa escasez de Eones, destacaba uno que podía derrotar al Maligno en continuas batallas, al margen de los Seres Supremos que solo le impedían a Lucifer seguir el camino hacia la destrucción total. Pero ese ser tan majestuoso y excepcional había sido congelado hasta los confines de su propia presencia.
Dios permitió ofrecerle tanta energía a esa criatura celestial para ayudarlo a combatir contra el Demonio.
Los Eones eran bestias naturales y eternas que habían sido creadas por línea principal de Dios, fueron Los Primeros. Ocultados para guardar la Vida, vigilaban las esencias de los mortales y resolvían problemas relacionados con las fuerzas oscuras.
Cuando los Seres Supremos se reencarnaron en los individuos terrestres, a éstos los proveyeron de inmortalidad, aparte de magia con poderes limitados, ya que los Eones habían sido avergonzados por el Dómine al desobedecerle en un momento crítico del que pendía la Creación.
Además, no debían dotar a los elegidos terrenales de sus energías secretas, ya que podrían acabar con todos ellos en un abrir y cerrar de ojos.
Si los Eones habían resurgido dentro de cuerpos mortales, algo grave comenzaba a brotar.

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