domingo, 10 de diciembre de 2017

Poema

UN POCO DE MÍ

Hola, me llamo Pale.
Ya, ya sé que es de risa
pero no será para tanto aunque extrañe.
Érase un vez...
Menudo rollo eso de los cuentos y sus cantes
que no saben cómo empezar
y siempre así lo hacen.
Bueno, yo comenzaré por mis gustos,
y espero que no os amarguen.
Me gusta mucho el dulce,
lo que es la nata y el chocolate,
sobre todo cuando se baña en ella...
En ella: la mujer que tanto me ame.
Sin ir más allá,
soy un ser al que no le gustan los mandamases,
porque me ponen de los nervios,
¡y nadie me toca los jornales!
Perdón por esa furia,
es que me se sale de los pares,
y la impaciencia me puede
cuando mi alma dice entre santas paces:
"¡jovencito, permanezca en calma
o le haré picadillo con una muerte como una obra de arte!".
Pero en fin, hablaba de mi mujer y de mí,
cuando se viste de aguacate,
¡carámbanos!,
mis sueños enseguida se convierten en imponentes verdades.
Mis cuadernos están llenos de ella,
de su codicia de mis gestos y alardes,
a veces de mis orgullos
que tanto me se huyen de mis dentales
cuando con afilados colmillos,
hinco dientes a algunos envidiosos y cobardes.
Hablando de sus manos,
¡ah, Santa María de los aquelarres!,
blasfemo juro por un beso
de sus labios tan especiales.
De ellos me enamoré un día
cuando me hechicé de su imagen;
fue un segundo mágico
con ojos de paz enamorándome.
Los maestros que luego le escribían
(mis manos, ellas son esos grandes)
la envolvían en una danza perfecta,
en un huracán de agua con remaches
de fuego y algo de hielo,
algo de hielo por mi parte,
que por tontos de mis muchos cerebros
no me aventuraba a sus tantas consonantes,
guerras de pasión
y goces de asonantes.
¡Si hasta nos rimábamos en todo!
Qué belleza de femeninas ciudades,
que en ellas me apalanqué,
me desnudé con toda gracia y andares,
me fijé en sus misceláneas y atlántidas,
en esas que de sus ojos salen.
Me hundía en sus vísceras románticas,
en las que me cantaba con sus voces de sirenáicos mares,
que por invención de palabras
para que rimen estas vocales,
uno ha de ser creativo para su doncella,
sino, ¡castañazo en la cabeza con un tomate!
Eso me tirará mi dueña
si algún día no logro enamorarle
los sentidos con los que me encadena
hasta en sus veinte dedos con los que me case.
Dios me dijo una vez:
"Pecador inocente, ten cuidado con lo que haces,
porque si la amas,
ella será la mujer con la que siempre soñaste".
¡Y tanta razón poseía, oh, Gran Amigo!,
que todos los días, amor mío, tengo ganas de eternizarte,
y en cada uno de tus dedos y besos,
contigo siempre, siempre, me despose para amarte.
Y a todo esto, si lees este poema,
lance de amor, herencia sísmicamente hecha trance
o las profecías de un joven místico,
que sepas tú, dama de mi propia sangre,
que algún día te diré a los labios:
"Hola. Soy la felicidad que siempre buscaste".
Y por fa, si creías que el poema terminaba así,
¿eso pensaste?,
lo quiero continuar solo unos versos más
para secar esos tus diluvios universales.
Ala, ya estás lista y tranquila, ahora sí,
para decirte de mi corazón tan potizante:
"Amor mío, no tengas miedo de nada.
Yo soy la luz por la que siempre rezaste".

© 2017 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

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