domingo, 27 de mayo de 2018

Deseo...

¿Y por qué no pedir un deseo?
Deseo ser el hombre que quiero,
tener la vida en mis manos,
el origen de Dios en mis ojos,
el horizonte montañoso, entre mis dedos,
respirar el perfume del bosque,
ese que llaman Eau de Viento,
jugar con una ardilla
como si fuera yo su bellotero,
o escuchar una estrella,
cuando me dices: “mi hombre, felices sueños”.
Deseo que el mundo
no lleve mis pasos,
poder resucitar a esos filósofos
que dijeron que el amor
no era más que una cerilla
que se consumía con la propia llama,
el tiempo luego lo barría todo.
Deseo eso que sueño,
lo que escribo entre letras,
espacios en blanco, silencio,
una coma, puntos suspensivos
y labios temblando el “te quiero”.
Deseo eso que llaman poema,
que a esa mujer hago estremecer
con tan solo una línea curva,
un trazo sinuoso, algo más de tinta
y de pronto me sonríe tan perfecta.
Sí, deseo… Deseo eso que hay en el cielo,
lo que Dios un sin día creó
y ahora fluye libre para mí,
para moldearlo como quisiera,
en forma de regalo, de rosa,
margarita, clavel, orquídea o flor de seta;
deseo ser la bestia mansa
que acuda a ti con un tesoro,
el remedio de la felicidad,
o la naturaleza en forma de sorpresa.
Claro que deseo lo que tanto anhelo,
deseo el deseo de poder desear,
que sin haberlo deseado,
el mayor deseo de mi vida
en forma de secreto, ya había llegado.
Mi mayor deseo, el único,
es el que siempre he deseado,
que sin esperar verlo cumplido,
me fue seducido, entregado,
y vivir en sus pensamientos,
en sus sueños, días y momentos,
me di cuenta de que no era el único
que pedía más deseos,
ella también suplicaba ser su anhelo,
su luz más preciada en todo el universo:
mi alma, el deseo de su deseo.

© 2018 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

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