Nunca habrás saboreado la exquisitez
hasta que la pruebas en la tabla de un emperador,
donde el manjar es el olor;
la comida: la mujer.
Un gran desconocido es
el primero en festejar: el amor,
que altivo y lleno de honor,
bendice el himno de la desnudez.
Todos allí cantan a la vez,
y luego, chasquidos y sabor,
conejo y cual ratón
al queso van, a por él.
Cuando tanta delicia se ve
el resto es trabajo de la pasión,
acaba por desvestirse la razón…
Ahora canta el coro de las diez.
No es perdida la tajante fe
si se ama el bombón,
el tejido del turrón,
chocolate por cabello, labios de miel.
Nunca sabrás de la exquisitez
si no has tenido el valor
de haber bebido del corazón
del banquete de una mujer.
© 2021 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.