Aprieta tanto como un corpiño
este traje de soledad,
abierto de par en par,
escotado como un vestido.
De cintura para abajo, niño
con pies de poco mundo,
ansia de ver el verde,
ese que llaman el Paraíso.
De pecho en precio esculpido,
ojos de coral, mar en descanso eterno;
si las arenas hablaran…
Para qué decir lo que ya está dicho.
Se fueron las sonrisas, latidos,
corazones enervados llenos de energía,
vida feliz, abrazos, besos
y un sinfín de cariños.
Se fue, todo se fue al abismo;
de ahí partí cual cuervo
con pico de peste, corazón barroco
y alma de Lorca en un chiquillo.
De ahí me fui con alas de cervantino;
mucha honra espera a quien poetiza
las praderas interminables del amor,
como yo, un hierbajo entre tanto espino.
“Sé feliz”, dicen al cautivo;
recuerdos que desaparecen
ahuyentados por el furor de amar
aunque se esté, en el olvido.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.