Versos contra los mejores platos de un chef, escritos por Don Filipendio Porquino, caballero galante de escasa idiotez.
En el siglo XVII, un galante caballero,
de cuarto gramo de bigote
y kilo y medio de letras en negro,
empezó a sufrir de acoso estomacal
tras zampar como un pato escueto.
Convirtió la ira en palabras tajantes,
y con una mano aferrada a su pecho,
un discurso maleante le nacía
de lo más hondo de su poco cerebro.
Decía así:
“Desde los déspotas de mi nalguero,
resuena, enjuto, el peor aroma
con el que hacer un mal remedio.
Expulsa de él un esquema de lo que fue
un banquete bien lleno:
la cesta de la compra
que mi mujer me dio por cerdo.
Escrito en el aire,
me conmueve anunciar cada alimento
que fue a parar a mil narices
cuando me tiré este pe…
¡Me conmueve anunciar!
que con barriga de huevo
supo la noche a romances,
y a algún que otro duelo.
¡Me batí con uno que sabía!,
sabía hacer bien los quesos
entre clara y clara, rubia nata,
me sirvieron plato a pelo.
Mal fresco… ¡Rasca mi lorza!
Orejas, escuchad el gallo viejo,
dios de los cultivos de maíz,
amigo de la canción de mi trasero.
‘¡Cochino!’, se oyó al fondo,
pero era mi señora de lejos
reprendiendo a un borracho
que no sabía ser hombre en vez de cuento.
Y de pronto, nació uno más,
otro insolente genio
que me arrebató la calma
al salir, inmisericorde, de mi pandero.
¡Desde las injusticias!,
cada quien mira a otro cerdo,
otro que juega bien sus cartas
en un rancio y escondido momento.
¡Ras!, se oyó el trueno
desde las imperfecciones del prójimo,
uno más que acompaña al viento,
ya harto de discursos al aire
que nada resulten, solo en muertos.
Y qué más da si la culpa
es de quien gusta de alimentos
en las cocinas de mi palacio,
hogar de sabores y ronroneos.
¡Aquí está! Otra fechoría
del guion de mi quejo:
robusto chef con cuchara de palo,
un puchero me trae con mayor puerco.
¡Que lo ahorquen, a la hoguera!,
¡cuélguenlo como a un murciélago!
Quiero verlo correr entre mis manos
por hacerme estreñir los versos.
Ya no puedo más,
necesito relajar mi tiempo
fuera de mis invitados,
comensales de riqueza y huertos.
Hasta muchos años dure
este puzle de fatuos fuegos,
dominios de los diablos, el baño…;
¡voy a forjar una espada de mi nalguero!”
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.