Rojo amanecer, lluvia de amor,
esperanzado se siente
el albo palomo que viaja
como fénix saliendo del sol.
Tras esa discusión,
romper ventanas, tirar jarrones,
y el aliento huele a besos
cuando arrepentido sale de su voz.
Yo no sabría decir, mi Señor,
que de la vida nace el yugo,
ahorca al joven humano,
y siendo mono, con más razón.
Yo no sabría decir de mi corazón
que lo late el destino,
lo vigila el miedo, la sed,
y al morir, se lo lleva algo superior.
¿A quién adorar con honor?,
si la vejez del alma no llega,
pero tose cuando la dañan
como aire al cerrar la habitación.
Nos hace tanto color
el pintar una mañana, tostadas
de queso, chocolate caliente
y un sorbo de tu café: la tentación.
Por el mundo hay tanta información
que ni en una piedra cabría
tantas coces de los tercos,
y hacer una saga con cada opinión.
Nos dejamos en una pluma el reloj,
el tiempo en una historia:
crema para el sabio,
y olor a santo para Dios.
Y la ancianidad, arrugas y dolor,
los huesos se quiebran
tras el último poema,
y me postro ante la muerte: mi lord.
Rojo amanecer, lluvia de amor,
esperanzado se siente
cuando el arcoíris es un quetzal:
el Paraíso en una sola flor.
© 2019 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.