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Por las altiplanicies de tu cuerpo,
yo vigía, tú la herencia del paisaje,
el espejo de mis ojos,
joya intocable del universo.
Visera mi mano, defectos,
contemplo montañas y llanas,
todas perfectas como en cada esquina
un tesoro, olor y deseo.
Caigo en cascada, me reflejo
en los lagos de mi hogar,
esos que adornan tu rostro,
los que me escriben con negro.
Vaivén la flor jugosa del recreo,
como a la miel va la abeja,
la bestia va a la caza,
yo voy a tu cielo.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Cuando el amor permanece en calma,
la tormenta precede,
el aire apaga el silencio,
las lágrimas encienden mi lámpara.
Corta mil preguntas mi alma:
¿por qué?, ¿cómo fue?, ¿qué ocurrió?;
mis sentidos crecen una angustia
como teje su red una araña.
Decapitado, fuerza llana,
si las noches son mi día,
para qué dormir mi problema;
mejor darle una vida desgraciada.
Y cuando llegue ese día de parcas
estaré en mi sótano,
vampiro de los poemas,
seductor de la nada.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Frente a los ríos, el amor,
verde en la espesura,
azul agua miel,
rojo en cada poro,
el beso de la pasión.
Frente a los ríos, el amor,
el viento, azucena de avellana,
blanca nieve en manos tersas,
piel de seda, guitarra y canción.
Frente a los ríos, mar y fruición,
ráfagas de caricias, conjuros y gemidos,
locos expertos, novatos del mundo
donde el mismo frenesí
se vuelve nuestra propia creación.
©2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
El amor en estado infinito, perfecto,
íntimo, tan eterno como un dios,
exacto centímetro, un halo de luz,
es el mismo universo.
Veo en ella el furor, tu cuerpo,
apacigua las otras miradas,
las que engañan, mienten;
la tuya obedece al viento.
Tu mirada refleja la paz en los muertos,
la calma en la guerra, la fe en la esperanza;
tu mirada es eso que nadie sabe,
tu mirada es eso que yo quiero.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Imagino tus besos de la estepa,
esos que me das con el viento,
los de mil deseos de la luna,
la madre de cada estrella.
Ven a mi encuentro, la queda,
la queda de esta dulce oscuridad,
el amor se hace miscelánea,
se vuelve la paz entre la guerra.
Noche, montaña, pista risueña,
deja que la vida nos una,
tumba tu lágrima en mi pecho,
que suene ese río que agua lleva.
Marca en el cielo a Minerva,
que tus ojos iluminen la misma galaxia
donde imagino siempre, siempre
tus besos en el viento de la estepa.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
El fervor de esa otra viña,
jugo nuevo de sed, poder,
el deseo perpetuo de desear
eso que llaman vida.
Allí iré, mira
y denuncia al albor
por ser cómplice de mi exilio,
esta cárcel con forma de isla.
Nunca más, querida;
nunca más te daré años,
no te llevarás mis ojos
ni ya tantas y tantas pesadillas.
Adiós, alguna vez, grita
mi ansia por ver ese paraíso
guardado como un tesoro,
que este pirata tendrá algún día.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Conocí el mundo y el universo,
me uní a ellos como a tu alma,
subí por las columnas del desánimo,
me conté como un segundo más en el tiempo.
Hice de mí una historia, un cuento,
un libro de valor arcaico
con letras de esclavo,
una biblioteca de pergaminos viejos.
Caminé con los herreros,
hombres de silente piel,
que hicieron de una espada
la mayor sabiduría del fuego.
Y de sus cenizas, el viento
me llevó a ese galeón
que surcó las guerras
donde hubo lágrimas, y un beso.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Despeinado el campo,
en la comisura de las montañas
los buitres acechan el silencio
como aquellas canas del viejo mando.
En su tribuna, calmo,
registra con sus dedos
el tacto de la madera,
como su rostro, arrugado.
Viento de esquizofrenia, oteado
por la efigie de un árbol y su alabanza,
al universo le responde
con palabras de un titán enano:
“A ese le tomas por tu humano,
a este le haces estrella,
el conocimiento te lo llevas,
y a los dos, de viejo, los has sepultado”.
La última hoja, papiro sagrado,
en ella escritas las almas
con la sangre de las hormigas,
esclavas de un enorme reinado.
La cortina en la noche, cansado,
la ventana cerró al mundo;
así como se cierran las vidas,
se cierran los párpados.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Aprieta tanto como un corpiño
este traje de soledad,
abierto de par en par,
escotado como un vestido.
De cintura para abajo, niño
con pies de poco mundo,
ansia de ver el verde,
ese que llaman el Paraíso.
De pecho en precio esculpido,
ojos de coral, mar en descanso eterno;
si las arenas hablaran…
Para qué decir lo que ya está dicho.
Se fueron las sonrisas, latidos,
corazones enervados llenos de energía,
vida feliz, abrazos, besos
y un sinfín de cariños.
Se fue, todo se fue al abismo;
de ahí partí cual cuervo
con pico de peste, corazón barroco
y alma de Lorca en un chiquillo.
De ahí me fui con alas de cervantino;
mucha honra espera a quien poetiza
las praderas interminables del amor,
como yo, un hierbajo entre tanto espino.
“Sé feliz”, dicen al cautivo;
recuerdos que desaparecen
ahuyentados por el furor de amar
aunque se esté, en el olvido.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Cuando las hojas besan el cielo,
el beso, besan,
se envuelven en rumor,
raíces del deseo.
Bosque de poemas, fuego,
ceniza mi descanso, llama de tierra,
aquelarre sean mis emociones,
bailes de brujas y carneros.
Cuando las estrellas avisan, ciego,
las hojas ya no besan,
son la lengua del mudo,
idioma del universo.
Propietaria de los silencios,
musa de hasta un crimen,
quien asesina el amor,
luna, es un poema para el muerto.
Cuando las hojas lloren sereno,
la vida será más tierra que carne,
este árbol, mi descanso
y mi raíz, el último beso.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
La vejez yacía en tu piel, amor,
ataviada de luz, ángel perdido,
moscas en las montañas
alejaban su peste de tu calor;
y el verde… Verde era mi color,
abrazado de ello, pasto, silencio,
inquietud, castidad para el mundo
que duele tanto como mi dolor.
Y te vi de lejos, amor…
Sonrisa misma del mar
cuando sus olas mueve
en honor a la orilla, templadas al sol.
Tus pasos lozanos, pies de carbón;
cruzaste mi mirada, orbes de paraíso;
dejaste atrás, con humildad, el espero…
Nos dijimos todo en un modesto adiós.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
Alegre es el que vuela,
alegre es el que va,
es el que siempre viene,
el que siempre regresa.
Alegre se duerma
en la cama de la misericordia,
alegre se mantiene
en la noche aunque duela.
Alegre lee bajo la vela
los tesoros del amor,
que sin ellos no vive
aunque el corazón le padezca.
Alegre siempre sea
ese hombre del ayer,
alegre siempre es
una lágrima de poeta.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.