Por dentro el manjar
de las frutas prohibidas,
que se deslice por la arena,
bulle entre tu seno al nadar.
Me consigno, haré firmar
la gloria en la belleza viva
o el escándalo de un conde
si mi mirada te hace desnudar.
Palabras y palabras para dar
como bestias desganadas en busca
del correcto ser, el hombre ingenio
que duela amarte o hacerte llorar.
Palabras y más palabras se van
en cada beso que huya a ti,
huyan de este mundo
por la avaricia que les das.
Y se hunden mis manos allá
donde cae el cielo y crece la ira,
allá donde ya no estoy
y estoy en tus deseos, lo sabrás.
Sabrás de la delicia del mar,
conocerás la montaña de un dios,
el origen del romance
entre una abeja y la flor letal.
En cada beso ya no habrá
un abrazo lleno de ternura,
sino un amor de monumento
de cien torres de ego imperial.
Y nos engancha más
como droga, veneno en barril,
genio de lámpara que a tu cuerpo
yo no puedo dejar de desear.
Igual que un rayo mortal,
cada estampida resuene por los valles
y cada tormenta chille
si al besarte le robo toda su electricidad.
Sí, así sean las noches, ojalá;
así sean las guardias y velas
que de cada beso tuyo,
mío sea el orgullo de un gran pilar.
Atrapada en mis brazos por el dorsal,
así se hace el amor,
y quien me conozca lo contrario,
que me diga cómo he de conquistar.
Choque tras choque, transpirar;
no existe mejor música
que oír el toque de la guerra
en el piano de un profesional.
Daré honor a tu feminidad,
pues de ahí es el amor:
el mayor vigor del hombre
que tanto ha de entregar.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.