Cuando la generosidad queda
relegada a un paño de lágrimas,
te darás cuenta de cuán te usaron,
con la sonrisa de una bestia.
Tu gesto, idiota, ni se queja,
vive ahí quieto, varado cual barco
guarda a su amada en la costa,
esa a la que llaman sirena.
Es tal bruja de niños, vieja,
la que te entregó la golosina
de la que un dios un día comió,
y terminó sin reino, en la miseria.
© 2023 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.