Tu cabello rozó el rostro del vagabundo,
tus ojos, arte y complejo inteligente,
el ególatra ejemplo del don de la gente,
una vergüenza indomable, algo profundo.
Aunque solitario, en tu sonrisa me hundo,
inconformista por ser mejor que el que siente,
ande rumor como juego de niño lo cuente,
la inocencia pierde en un solo segundo.
Altivo, señor de la sola letra, esquivo,
existe mi gran voz, alcoba de un humilde
con la que conquistar pasión y un gran imperio.
Busco, no encuentro aquello que no escribo,
mismo saber de ese hombre sin una tilde,
palabra simple, alma de eterno misterio.
© 2023 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.