Desgarro sediento, suave, sentido,
cual fresno marcando el sendero,
diminuto, enjuto, atragantado,
como la saliva de un dragón dormido.
La melancolía que vientre en el amor,
en la aventura del viento,
el susurro, un segundo, un milenio
por el gen del seductor perfume incomprendido.
Silencio extendido por los valles del ser,
senos imbuidos por la sonrisa de mis manos,
sol de fe, terso y tan sereno a la vez,
flor que mece la cantina del beso desvestido.
Amor, amor y más amor, así te llamas,
te haces de rogar entre nuestros limbos,
entre los ecos y sirocos del ciclón,
del huracán o del armagedón vendido.
Vendido por unos dulces besos
que cayeron del cielo envidioso, avaricioso,
prohibido en su palabra, pero no en actos...,
actos instructores del bálsamo erótico, ungido.
Ungido por cada porción de ti,
por cada segmento de tus células,
de tus hojas de belladona que nacen de Pangea:
el origen del amor, en nosotros, sumergido.
"Oh, mi paladín", así se te escapa el destino
cuando me hablas de nuestra historia,
de nuestra filosofía, un nuevo Aristóteles
plantando cara al dios del humano dividido.
Así me conoces, así me denominas,
me designas, me ordenas en tu señorío
como hombre impregnado por la medalla
de tus labios, donde voy a morir, a tu nido.
diminuto, enjuto, atragantado,
como la saliva de un dragón dormido.
La melancolía que vientre en el amor,
en la aventura del viento,
el susurro, un segundo, un milenio
por el gen del seductor perfume incomprendido.
Silencio extendido por los valles del ser,
senos imbuidos por la sonrisa de mis manos,
sol de fe, terso y tan sereno a la vez,
flor que mece la cantina del beso desvestido.
Amor, amor y más amor, así te llamas,
te haces de rogar entre nuestros limbos,
entre los ecos y sirocos del ciclón,
del huracán o del armagedón vendido.
Vendido por unos dulces besos
que cayeron del cielo envidioso, avaricioso,
prohibido en su palabra, pero no en actos...,
actos instructores del bálsamo erótico, ungido.
Ungido por cada porción de ti,
por cada segmento de tus células,
de tus hojas de belladona que nacen de Pangea:
el origen del amor, en nosotros, sumergido.
"Oh, mi paladín", así se te escapa el destino
cuando me hablas de nuestra historia,
de nuestra filosofía, un nuevo Aristóteles
plantando cara al dios del humano dividido.
Así me conoces, así me denominas,
me designas, me ordenas en tu señorío
como hombre impregnado por la medalla
de tus labios, donde voy a morir, a tu nido.
© 2018 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
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