Entre la incógnita planetaria,
entre los paralelos que sacian el cosmos
con el lácteo de las tierras,
entre sus labios, senos y besos
como anillos protegiendo a Saturno,
aparece mi mente entallada en un cuerpo
semejante al pergamino de Egipto,
las efigies de los Mayas
o el estandarte de una legión de Roma.
Entre tantas líneas invisibles
que enlazan los puntos del universo
para luego salvarlo de la extinción,
a eso que le llaman viento,
yo lo muevo con un suspiro de mi voz.
Una voz que viaja a través del tiempo.
Los orígenes del humano,
el gen de lo onomatopéyico,
del sonido más extraordinario del silencio,
el mutismo de un beso cuando roza lo sagrado,
todo ello se une en el crujir de una rama,
en ese segundo que dura un siglo,
nadie lo escucha, nadie lo aclama,
solo el pie que le deja la huella
al romperla con un camino tan lleno de magia.
Las almas mundanas: el hojaldre de la vida;
los animales: la pólvora de la naturaleza;
los latidos del corazón: la guerra por el amor;
y por la avaricia del infinito:
ella siempre engendra el sueño de mi eternidad,
un dios ataviado con nuestro anillo.
© 2018 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.