La vida viaja a través del aliento
y queda impregnada en las ramas
de los gritos de la garganta,
como soplo que lleva el viento.
Desgarra las notas de un tamborilero,
y la muerte se hace dueña,
se hace nueva vida en el mundo
como quien roba a un niño, un caramelo.
Es ese pájaro carpintero
que desquita el sueño de la mañana;
y así la vida se va, así la vida se queda
como quien señala el Juicio con el dedo.
Por una ventana huye, de arrugas de viejo,
ya ríe por la ponzoña de atrás;
y así la vida se va, así la vida se queda
como quien dice la verdad, con un cuerno.
Fue la muerte tan lista, pienso,
que la vida de aquel llevó,
la de ese la deja, la del otro la elude,
y la del siguiente: robado, desnudo y muerto.
La astucia de la muerte, luego,
la vida misma fluye en numen;
y así la vida se va, así la vida se aleja
como el héroe al cementerio.
Dejar la vida sin más, terrible suceso,
sucio puñal traidor que veja la mano;
y así la vida se va, así la vida se aleja
como sangre del que ya ha donado ciento.
Lenta, suave, la vida es misterio,
y con ese sentido del humor que padece,
nace y deja morir a una madre
cuando le arrebata al niño un médico.
Qué irónica es a veces, me quejo,
si le escribo un dilema;
y así la vida se va, así la vida me lleva
como una silla de ruedas para un parapléjico.
Pero qué fuerte es otras, temo,
cuando la miro de frente;
y así la vida se va, así la vida me lleva
como un joven titán con alma de ancestro.
Y qué orgullosa se vuelve, reprendo,
cada vez que engaña, miente,
injuria, destroza, se hace julieta
para que no exista ya ningún romeo.
Para eso está la muerte como perro:
la corta en pedazos inmisericordes;
y así la vida se va, así la vida se muera
con un grito de dolor eterno.
© 2019 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.