Flores, cantad para mi amor,
aborreced a quien os teme,
os destruya y os queme,
pues sois más que yo.
Haced de la naturaleza un dios,
bailad para todos los seres,
gentiles animales, y pobres dementes,
sed más que el titán de mi corazón.
Flores, escribid el mundo con color,
vestid mis condolencias con poderes,
dadme conocimiento, otros saberes,
para en esta vida, prestar más atención.
Dejad que os ilumine el sol,
rosas, margaritas, orquídeas, claveles...
esencias para la mujer, más de mil veces,
y para el hombre: un ramo lleno de dolor.
Os examino cual viejo doctor,
joven entusiasta, siempre hago mis deberes,
con todas vosotras, con vuesas mercedes,
señoras mías, gobernantas de mi pequeño rincón.
Flores, os escribo como propio autor
de protesta por el árbol, anciano ente,
murciélago y tigre, vigía entre la gente,
sois padre de todo, mi hermano mayor.
Semilla gigante, coloso de madera, mi señor,
controláis la primavera, mi amo inerte,
guardián del mundo, paladín valiente,
os adoro como otra rosa, lejos de otra flor.
Flores, ahí está mi ídolo, mi lord,
el Gran Inmune, el hombre fuerte,
ese que llaman árbol, un bosque viviente,
un amigo que nunca tiene reloj.
Rocín majestuoso, no tiene domador,
fuerza de mil hombres, caballo sin jinete,
el cielo alcanzas, con humildad inteligente;
quiero ser tú, y no orgullo por error.
Flores, mirad mi condición,
anhelo ser ese planeta, madera sin pieles,
poderosa criatura, tótem omnipotente,
cuidador de vosotras, flores, sin razón.
Mirad aquel que es mi profesor,
que a los humanos juzga por siempre,
y lo talan con reproches, esos crueles,
lo rechazan por ser mejor.
Mirad aquel que es mi interior,
mustio ahora, arrugas por toda su frente,
justo a su final, a su lozana muerte...
Flores, llorad por mi amor.
© 2019 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.