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domingo, 11 de diciembre de 2022

La escultura I

      El ser humano siempre se ha movido por representar del mundo lo que su imaginación es capaz de replicar, o inventar. Nuestro cerebro está configurado para retratar ídolos y símbolos de una manera voluntaria. La escultura es una de las bellas artes consideradas como la esencia mágica del “músculo humano”, es decir, logra calcar a la perfección la fisionomía del cuerpo en un “trozo de piedra”.

      El empleo de la escultura data desde la Prehistoria, donde las gentes de aquella era motivaban a sus personajes religiosos mediante figuritas de distintos materiales, todo con un significado ritual. Estos cultos pasaron de ser tal para considerarse meras decoraciones, hasta que fueron rechazados por algunos hombres importantes de la Historia, como Moisés, por ser una falsa adoración a un dios inexistente.

      Este arte se informa desde el Paleolítico, época en la que el ser humano ya trabajaba herramientas, aunque demasiado rústicas. Se usaba una piedra contra otra para formar un bifaz, utensilio capaz de cortar y tratar materiales. Y, gracias a esto, logró hacer las primeras esculturas en miniatura, hechas de marfil o de otros elementos y con formas humanas y animales. Una destacable es la Venus de Willendorf (24.000-20.000 a.C.).

      Tras el descubrimiento de los metales en la Era de Hierro, los celtas consiguieron transformar estas labores en algo más “profesionales”. Recapitulaban imágenes de la naturaleza en sus espadas, escudos y accesorios. Aprendieron la cultura del Tène. A partir de aquí, empezaron a tomar mejor precisión en los cortes trabajando la madera, piedra, bronce y hierro.

      La escultura sumaria es probablemente la cuna de la Edad Antigua. Sus obras estaban decoradas con vestimentas por rangos correspondientes a jerarquías sociales, mientras que el desnudo lo empleaban solo para aquellos personajes caídos en combate. Estaban hechas de arcilla, pero también expandieron el uso del ladrillo ornamentado y otros materiales por el resto de mundo. Unos ejemplos de este arte se muestran en el palacio de Persépolis y en el Palacio Real de Susa (404 - 359 a.C.).

      Los egipcios trataban más la piedra para sus esculturas, que estaban dedicadas a sus dioses. También en cultos a los difuntos fabricaban estatuillas donde guardar los órganos de sus muertos. Igualmente consiguieron alzarse como los reyes del mundo con estatuas gigantes en amor a sus deidades, faraones y templos majestuosos. Un ejemplo de esto se puede contemplar en Petra, yacimiento arqueológico del que se sabe que fue fundado a finales del siglo viii a.C. Sin embargo, las esculturas de los egipcios no eran dinámicas, sino estáticas con las extremidades pegadas al cuerpo y con falta de detalle. De sus obras para personajes importantes destaca el busto de Nefertiti (1345 a.C.), hecho de piedra caliza y yeso. Esta era la esposa real del faraón Akenatón.

      Las primeras técnicas de escultura se hallan sobre el siglo v d.C., donde se habla del Canon de Policleto, que define la armonía entre las distintas partes del cuerpo. Esto se llama contrapposto. En Grecia, durante el período helenístico, las obras alcanzaron un grado mayor de nitidez y detalles. Policleto, Fidias y Mirón son los considerados maestros del estilo clásico. Se asienta el movimiento, el dinamismo y las obras más complejas, como Laooconte y sus hijos, donde el desnudo destaca “enredado” en una multitud de masajes al aire como si fuera un baile. La belleza para los griegos era esencial, ya que representaba las matemáticas perfectas jamás creadas por los dioses. La estética era el numen que condimentaba las obras con escenas tan bien hechas que parecían fuera de la realidad. Multitud de esculturas se lograron gracias a esto, como Hermes con el niño Dionisio, el Auriga de Delfos o los Bronces de Riace.

      De la cultura etrusca se defiende el uso de los utensilios como una obra de arte, desde cacharros de cocina hasta obras más difundidas religiosamente, así como entierros dignos de riqueza y relieves logrados con el uso de la terracota en sus construcciones, escenas en planchas y motivos asombrosos en sus capiteles. Sin embargo, la belleza se perdía con el paso del tiempo hasta tomar formas más rudimentarias.

      Gracias al contacto con los griegos, la escultura romana vivía una forma exquisita. Las mezclas entre culturas europeas y Oriente posibilitaron una evolución mayor para Roma. Durante el siglo iii en adelante, el apogeo todavía por el paganismo se veía inmerso en esta arte renovada. Destacaba, aparte y gracias por el dominio extranjero, adoración por obras de artistas maravillosos. Pero lo que más se arraigaba a los romanos era el credo por el retrato. El busto de Marco Aurelio, el de matrona de la dinastía Flavia o el de Augusto era un ejemplo claro de ser míticos personajes por el infinito de la Historia. Eran guardados en santuarios familiares, llamados lararium.

      Durante la Edad Media, el Imperio bizantino fue clave en el nuevo arte de esculpir. Sus obras se encajaban en sus construcciones como templos, capiteles, pedestales, etc. con motivos florales y ornamentos místicos. Uno de estos ejemplos puede verse en San Vidal de Rávena. Se trabajaban las incrustaciones en bronce, como en las puertas de la Iglesia de San Miguel de Hildesheim, reverenciada al arte bizantino y carolingio. Existe también una gran variedad con el uso del textil, cerámica, metales y cristales en sus muros de construcciones arquitectónicas, así como ornamentadas bóvedas de cañón, arcos de medio punto y pórticos donde representar la belleza de este arte en su amplia magnitud.

      La obra del Pórtico de la Gloria, de la Catedral de Santiago de Compostela, del Maestro Mateo, allá por el siglo xii, luce en la Edad Media como una obra destacada del hieratismo románico hacia el gótico. El primero se expandió por Europa desde el siglo xi con una distinción que tiraba a formar parte como monumento en vez de singular escultura. Se empleaba la madera como material referente a la humildad. Las obras más importantes fueron las de los Cristos Majestades, iconografías populares por su majestuosidad y sin sufrimiento.

      El salto al gótico se dio por el siglo xiii en adelante y cobraba especial atención las alabanzas religiosas en las portadas de las iglesias. Los santos, apóstoles y demonios eran los más representados. La puerta de la Catedral de Chartres (1145 d.C.) es un ejemplo de estas obras de artes oscuras que flagelaban el ánimo de los feligreses con el temor de ser condenados al Infierno por sus actos. Sus gárgolas son las piezas denominadas de este intervalo de tiempo, estatuas que infundían pánico o eran utilizadas para espantar al Mal.

      El Renacimiento marcará una época de grandes cambios hacia la renovada perfección clásica. La nitidez y la belleza ideal eran lo más importante para muchos artistas, y el futuro de la escultura.

 

© 2022 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).

España.