Entre furibundas noches y llamas de cuervo
el tiempo no depara más que mala soledad,
parca misma de la angustia y banalidad,
entre ambos existe la linde: un espejo.
Cada gota de rayo, letras de otro verbo,
las encías que Dios pintó en la felicidad
no son más que los últimos dientes de la edad,
hasta que la paciente muerte me haga muerto.
Somos más que egoístas de este estado,
amigos de la infancia y de la envidia,
padres de sus hijos; padres de otros adultos.
Somos ese lugar en un mundo ahogado
por la ironía del buen dolor, de la ira.
Y, más que todo, para el Diablo, un insulto.
© 2022 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.
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