05/10/2016
* Esta
historia tiene todos los derechos reservados de autor. No se permite su copia
pero sí su difusión bajo el nombre del autor.
© 2016 Elías
Enrique Viqueira Lasprilla
Camino a la Eternidad: Evandelión
Evan
caminaba con paso firme y decidido hacia su hogar mientras
portaba una
sonrisa de felicidad radiante. Era un día espléndido.
Uno de esos
que a nadie le gustaría que acabara... ¿O tal vez sí?
—Debería de
entrenar más, mi Eón necesita mayor velocidad —dijo
Evan con voz
dulce y valiente.
Mientras
andaba pensando en ser el mejor combatiente de Eones,
al fondo
observó fuego.
La palidez
inmediata le resultó un enemigo fugaz.
—Oh, no
—habló con sorpresa hostigadora.
Su hogar
ardía en llamas extrañas de colores azules y rojos,
y por la
puerta...
—¡Cariño!
—gritó Evan al contemplar cómo secuestraban a su
mujer unos
entes oscuros y de gran tamaño, además de ir bien
acorazados.
“¡Evan,
déjame salir al mundo!
Ese
pensamiento interior del Eón del hombre era decisivo.
Enseguida,
una omnipotencia desmedida de armaduras, vestimentas,
auras de
energía arrasadoras y alas salvajes amaneció al combate.
—¡Quietos,
insensatos! ¡Qué creéis que estáis haciendo! —rugió
el Eón de
Evan, llamado Rurial.
Éste
desenfundó su espadón-cañón y se abalanzó contra los
primeros
enemigos.
—¡Os
masacraré a todos!
La Ira
Divina la tenía activada mientras empezaba a desmembrar
cuerpos
multiacorazados, estallando los choques de armas como
si fueran
las tormentas de un pequeño apocalipsis.
Segundos de
batalla intensa, Rurial lograba algunas victorias,
pero no
suficientes.
—Se la
llevan... ¡No! —tronó de furia inmensa—. ¡Insolentes
malditos!
¡Vais a saber el poder de un Eón imperial!
Al momento
de su cólera insostenible, Rurial empuñó su espadón
y expulsó un
láser orondo que reventó el claro urbano.
Suerte había
de que eran días de fiesta y no había nadie por
los
alrededores, pero algunos ciudadanos ya dieron la voz de
alarma al
presentir problemas en la vivienda de Evan.
Muchos
hostiles fueron aniquilados por la onda expansiva de
Rurial, sin
embargo, no fue suficiente.
—¡No!
¡Quietos! —chilló Rurial al observar a lo lejos que un
enemigo se
llevaba a la mujer de Evan.
Empezó la
persecución.
Rurial
corría como bestia insaciable a por el raptor de Nina:
la esposa de
Evan.
El Eón
disparaba rayos de sus alas mientras volaba ahora a
por el
contrincante.
Y enseguida,
batalla.
—¡Quién
eres! ¡Identifícate! —exigió Rurial al tener delante
a un ser
negro completamente, titánico y con una armadura
múltiple
como la que poseía el Eón.
Nina estaba
atrapada en el vientre cristalino del enemigo.
Ambos
luchadores comenzaron a batirse en duelo apocalíptico.
El cielo
ordenaba estampidas bélicas cuando Rurial atentaba
contra el
hostil.
—¡Cómo te
atreves, demonio! ¡Pagarás por esta osadía de
enfrentarte
a un ser sagrado como yo! —juró Rurial con saña
eónica.
Los
puñetazos a la velocidad de la luz, los golpes de alas
variadas,
las corazas saltando en pedazos, los rugidos de
bestias
inmundas deseando arrancarse las eternidades sin
piedad, los
tajos monumentales y las iras desmesuradas estaban
a flor de
piel.
Rurial era
un campeón. Su historia como Eón era increíble.
Era un
general que ostentaba en su legión a toda una horda
de millones
de seres colosales como él, pero ahora estaba
solo ante el
peligro.
Uno demasiado
poderoso.
—¡Suelta a
Nina! —deseó Rurial con más rabia.
Su espadón
traspasaba el viento como dragón irremediable
de poderío
inmune, no obstante, el enemigo también las traía
cargadas.
Rurial
sufrió un placaje y terminó sellado en un cúmulo
de rocas al
caer en picado.
El estallido
del cuerpo gigante de Rurial contra el suelo
fue parecido
a un terremoto de poca magnitud.
Los segundos
apremiaban y Rurial necesitaba recuperar
la
compostura.
—Nina...
¡Nina! —dijo al verla perdida en el cielo.
“¡Rurial!
¡Date prisa! ¡Se la lleva!
Ese
pensamiento del interior del Eón era de Evan. Estaba
desesperadísimo.
Rurial alzó
vuelo de nuevo pero débil, ya que el placaje
de antes lo
había dejado prácticamente sin energías.
—Esa cosa no
es normal. No he percibido tanto poder antaño
como el de
ahora —comentó Rurial para sí mientras daba
alcance
aéreo al hostil—. ¿Qué será? No parece un Eón.
Volando a
enorme velocidad, Rurial conseguía el objetivo.
—¡Suelta a
Nina!
Disparó
cuatro láseres seguidos de sus alas y uno ciclópeo
de su arma
al abrirle los filos y desenfundar un cañón del
núcleo del
espadón.
El enemigo
contempló el gran peligro trasero y conjuró un portal.
Rurial frenó
en seco.
—¡No!
—chilló atónito.
El hostil
desapareció antes de ser alcanzado.
Evan quedó
fulminado dentro de Rurial, en su corazón de
eterna
felicidad.
“Nina...
Nina... ¡NINA! ¡NO! ¡AMOR MÍO!
Nina no
estaba en el mundo.
Las
respiraciones agitadas del monumental cuerpo armado
múltiplemente
de Rurial estaban entrando en descontrol.
—¡NINA!
Misión
fallida.
06/10/2016
Estaba
destrozado. Evan perdió a su mujer en un rapto
extraño y
fugazmente bélico.
—Amor mío...
—dijo exhumando lágrimas de recuerdos
pasados.
Había
sucedido un día entero desde el secuestro de
Nina, y Evan
no estaba por la labor de que la
felicidad le
fuera su segunda esposa.
“Heredero
mío, debemos continuar. Hay que ser
fuertes.
Nina nos necesita.
Ese
pensamiento de Rurial, dentro del corazón de
Evan, era el
renacimiento del valor.
—Tienes
razón. Hay que salvarla. Es mi amor.
Con el
coraje de un campeón y no de un héroe que
acabaría en
los cementerios como el dicho famoso,
Evan retomó
la venganza y persecución.
En una
ciudad futurista y con connotaciones antiguas,
Evan
caminaba con paso firme hacia unas bibliotecas
en busca de
información.
El sol
embriagaba poca paz, sin embargo no era
motivo para
activar algún semblante alegre en unos
niños que
por allí jugueteaban.
Evan accedió
a una biblioteca bastante iluminada
por rayos de
luz acristalados, y luego se dirigió
al segundo
sector, se sentó y empezó a investigar
en un
ordenador holográfico.
—Esa cosa
que se llevó a Nina no era un Eón,
querido
Rurial —dijo Evan para sus mejores adentros
donde
meditaba su fiel compañero gemelo de batalla.
“No era un
Eón, tú lo has dicho.
—¿Un dios
Eón, puede ser?
“No tenía
esa capacidad. Es una especie nueva.
—¿Nueva?
—Evan desplazó algunas pantallas hacia su
izquierda
mientras buscaba significados relacionados
con el rapto
de Nina.
“Eh, Evan.
Vuelve hacia atrás. He visto algo en una
de las
pantallas anteriores.
—¿Qué es?
—Obtuvo la pantalla deseada.
“Mira. ¿No
es ese el collar de Nina?
Desconcertado,
Evan se acercó a la pantalla.
—Es...Es
verdad... ¿Pero qué puñe...?
Antes de
lanzar una blasfemia inocente, una mujer
hermosa de
gran talante guerrero caminaba hacia
Evan con una
sonrisa seductora.
Rurial
golpeó el pecho de su heredero.
“Evan, es
una descendiente de Eones. Ten cuidado.
Le siento un
titánico poder.
El
pensamiento de Rurial no turbó a Evan, pese en
la situación
en la que estaba con Nina.
La mujer
extraña se sentó al lado de Evan, quien no
le apartaba
mirada defensiva.
—Evan, ¿no?
—dijo ella con voz atrayente y cariñosa,
sin
desquitarse de su insólita sonrisa.
—¿Cómo
sabes...?
—Te estaba
buscando. —Miró las pantallas—. Veo que no
has logrado
salvarla.
Al escuchar
eso Evan, cerró las pantallas con gesto
furioso.
—Quién eres
y qué sabes de mi esposa y de mí —comentó
con voz
amenazadora.
—Eh,
tranquilo. No soy tu enemiga. —Se acomodó en el
asiento—. Yo
solo quiero al ser que se llevó a tu
esposa.
—¿Eres una
especie de cazadora?
Ella rió.
—Así es,
Evan. Concretamente una paladín. Cazo asesinos
de Eones.
—¡¿Cómo has
dicho?! —Evan permaneció atónito.
—Lo que
oíste.
—¡¿Esa
bestia es...?!
—Sí, ¿estás
sordo?
—¡Pero es
una locura!
—Eh, cierra
la bocaza. —Le colocó la mano en la boca
antes de que
alguien los escuchara.
El sabor de
los guantes de la muchacha, a Evan le
recordó a
los suyos propios.
Los que Nina
le había regalado en una ocasión.
—Evan, sé lo
que piensas. Ningún Eón debe morir por
estar
anclados a la Existencia. —Dejó libre los labios
del hombre—.
Y esa cosa que se llevó a tu esposa no va
a hacer tal
cosa: masacrar Eones.
—¿Entonces?
—No sé qué
es realmente pero hay que detenerlo. Llevo
persiguiéndolo
desde hace tres años.
—No sé nada
de ti. Me vienes alegre y me cuentas todo
esto.
¿Quieres que deje mi confianza en ti? ¿Cómo sé
que no eres
esa bestia disfrazada de sensual mujer?
—¿Te parezco
sensual? Vaya, gracias muchas. —Se rió.
—No tiene
fiesta. —Lanzó un suspiro—. Oye, tengo que
irme.
—No puedes
solo. —Le colocó una mano en un brazo.
—Suéltame.
—Evan, esto
es serio.
—¿No me
digas? Es mi esposa, no la tuya.
—Soy su
hija.
El viento de
la sala se esfumó de repente cuando Evan
recibió una
brutal paliza mental al escuchar eso, y además,
lágrimas
extrañas resbalando por el corazón de la muchacha.
—¿Cómo
has...? —Evan estaba fuera de sí de sorpresa.
—Hola,
papá...
Infancias
olvidadas...
07/10/2016
Una noche
después de saber Evan que su hija perdida,
Ivory, había
vuelto a él, no sabía cómo expresar sus
emociones y
sentimientos. La dio en adopción de
pequeña al
no poder cuidar de ella, pero el futuro
le
sorprendió con el placer de una nueva guerrera.
Las
nocturnas baladas que la luna generaba en las
estelas de
los edificios orquestaban conciertos
valientes.
—¡Vuelve
aquí! —gritó Ivory mientras perseguía a un
desconocido
encapuchado.
Las
segadoras lluvias le azotaban el hermoso rostro
como si
fueran las ráfagas de miles de espadas
provocándole
la cicatriz de la próxima guerra.
—¡Detente!
Ivory
saltaba los tejados de las urbes cual flecha
de la luz
cuando su lanza mágica la impulsaba en
rayo fugaz.
El extraño
no tenía piedad en su escapada. Era difícil
de alcanzar
pero Ivory no iba a ser menos en su rapidez.
—Ahora verás
—masculló Ivory mientras continuaba a la
caza del
anónimo.
La mujer
expulsó algunos pequeños láseres de su lanza
cuando abrió
el principal filo, amaneciendo un cañón.
Diana había
logrado y el desconocido cayó en picado
hacia unas
callejuelas.
Ivory
descendió rápido de los tejados.
En suelo
firme...
—¡Quién eres
y por qué has intentado robarme! —exigió
Ivory al
blandir desafiante su lanza.
El
encapuchado se levantó enseguida y mostró los Ojos
del
Apocalipsis.
Ivory emanó
un gemido de terror apagado.
—No...
Estaba
insólitamente asustada.
El ser
empuñó un arma brutal y se abalanzó a por ella
pero Ivory
lo esquivó a tiempo en un sobresalto.
La batalla
había empezado cruelmente e Ivory no parecía
estar en
condiciones de combatir debido a la anómala
sorpresa que
le invadió el coraje, no obstante su poder
estaba al
tanto.
Furia
eónica.
—¡No vivirás
por mucho tiempo! —rugió Ivory la fuerza de
su Eón
femenino.
Los tajos y
chocques de armas se intentaban asegurar la
victoria
mientras restallaba por el lugar la contienda
perfecta
entre heredera de Eón y un ser extraño.
—¡Doblégate
ante mí! ¡Quién te crees que eres para
regresar!
—bramó la mujer.
Ivory
conjuró una onda expansiva para acabar con el ente
pero éste la
sorteó con un escudo invisible.
Y de
repente, nada.
Una humareda
brillante de rayos azules permanecía flotando
delante de
Ivory.
—¡Dónde
estás! ¡Vuelve, cobarde! —deseó Ivory con venganza
insaciable.
El suelo
resplandecía un punto rojo en el suelo. Ivory
atendió ese
reflejo.
—¿Eh?
Se acercó
con cautela por temor a que el ente regresara de
alguna parte
de sus memorias pasadas, presentes y futuras.
Y eternas.
“ Mi madre
Nina estaba aliada con la misma organización a
la que
pertenezco yo hoy día, pero lo que no me encaja es
que hayan
dos asesinos de Eones, y no uno. ¿Qué ocurre
aquí?”.
El
pensamiento de Ivory fue furtivo hacia la luz... de la
Oscuridad.
Recogió un
amuleto de rubí infernal del suelo.
—Sé quién
eres y te extirparé la eternidad, maldito ser.
—Ivory se
irguió cual tótem imperial—. Mis padres son la
llave de mi
vida. —Observó el cielo tempestuoso mientras
un rayo
hacía alarde de ser la brecha del Abismo
Celestial—.
Nadie conjurará contra mi familia.
La sentencia
de un Eón en cólera era el terror de Dios.
09/10/2016
Evan estaba
ciertamente feliz de haber encontrado a su
perdida hija
Ivory. La había dado en adopción al no
poder
cuidarla, y hoy día la recuperó por sorpresas
del destino.
En campo
abierto...
—Eh, papá
—dijo Ivory—. El sol me molesta un poco.
—Colocó una
mano en visera.
Evan empezó
a llover en su corazón.
«Papá…».
Ese
pensamiento de Evan le arrasó por dentro.
Su hija, su
Ivory, estaba de vuelta con él tras tanto
tiempo que
le costaba hacerse a la idea de ser padre
de ella de
nuevo.
Cincuenta
años de inmortalidad, y sumados a los ciento
veinte de
él, realmente era increíble no llorar de
amor
reencontrado.
Pero no lo
hizo para no parecer débil ante su perdida
hija.
—Papá,
debemos tener cuidado.
—Así que
perteneces a Orseus, la misma organización
que tu madre
—dijo Evan al rodearla por la cintura.
—Sí.
—¿Qué
encontraste ayer en la noche?
—Un
medallón. —Lo extrajo de un bolsillo.
—Brilla
mucho. Lo reconozco. —Lo cogió—. Sí, ya lo creo.
—Papá, hay
dos asesinos de Eones. —Se preocupó.
—No me
encaja. ¿Cómo pueden existir asesinos de Eones?
—No se puede
ni se debe matar a un Eón. Si se hace...
—La
Existencia y todo lo que mora en ella, desaparecerá.
—Nosotros
los herederos de Eones debemos protegerlos
para que no
nos masacren. Si tan solo uno está débil,
se acabó.
—Tu madre es
una heredera de Eón fuera de lugar. Hay
que
rescatarla.
Con puño decidido,
Evan estaba a la victoria.
Ivory
olfateó algo extraño en el ambiente.
—¿Hueles
eso? —preguntó desconcertada.
—¿Qué cosa?
¿Tu perfume? Me gusta mucho. —Sonrió.
Ivory
continuaba cazando el aire.
—¡Papá,
cuidado! —Lo desplazó de un placaje hacia un lado.
Un rayo
láser rojo y azul fue directo a ellos pero gracias
a Ivory no
sucedió nada grave
—¡Hija!
—gritó Evan al verla combatiendo contra un ser de
armadura
fascinantemente brutal.
Evan abrió
los ojos como si le estallaran de las órbitas.
—No... No
puede ser, Rurial.
»Querido
humano mío, tranquilo. Esa raza nueva es demasiado
peligrosa.
¡Adelante!
El magnífico
pensamiento de Rurial, el Eón de Evan, estaba
dispuesto al
combate.
—¡Ivory!
El rugido de
Evan era el Valor.
La lucha
empezó.
El enemigo
no dio tiempo a que Ivory contraatacara, y se
convirtió en
un...
—¡Papá, dos
asesinos de Eones! —chilló Ivory al esquivar un
sablazo
salvaje, y rápidamente se transformó en su Eona.
Era la Eona
del Altar de la Vida, y Rurial, el del Triunfo.
Padre e
hija, Rurial y Nedalea (la Eona de Ivory), ya estaban
listos para
la batalla.
—¡Malditos!
¡Quiénes sois! ¡Dónde está mi mujer! —bramó Evan
desde dentro
del corazón de Rurial, mientras que éste apuntaba
con su
titánico espadón de ocho filos y nueve alas protectoras
hacia los
rivales.
Ninguno de
los hostiles habló, y decidieron la lucha en unas
acometidas
láseres.
—¡Cúbrete,
Nedalea! —improvisó Rurial.
Nedalea
conjuró varios escudos gigantes para frenar los rayos
apocalípticos,
mientras que Rurial enfrentaba a la asesina de
Eón que iba
acompañada del otro.
Una cruel e
imparable batalla entre dos bestias inmundas de
Eones se
disputaban la victoria. Así eran Rurial y su
contrincante,
reventándose las armas a sañas bélicas con todo el
coraje y
habilidades omnipotentes.
—¡Dónde está
Nina! —exigió Rurial cuando devastó una de las
múltiples
hombreras de la asesina de Eones—. ¡Se acabó!
Al instante
de preparar el golpe fatal, Rurial escuchó un grito
de Nedalea.
—¡Hija!
Al observar
Rurial que estaba en peligro su hija, la asesina de
Eones placó
a Rurial con una monumental onda expansiva,
lanzándolo
por los aires.
Estampidos y
manadas de magias retozando como eróticas parcas
salvajes en
el clima, Rurial se intentaba incorporar tras la
bomba
eónica.
—¡Nedalea!
¡Hija mía! —gritó Rurial al buscar entre la niebla
bélica a
Nedalea.
»¡Rurial,
allí está!
Ese
pensamiento de Evan desde el interior de su Eón avivó la
moral.
Nedalea
estaba prácticamente sin energías, algo que suscitó
demasiadas
sospechas en Rurial
—No... Un
momento... —Rurial refrescó el ambiente con un viento
raudo que se
llevara la niebla.
Los asesinos
de Eones ya no estaban.
»Amigo, ¿qué
ocurre?
La
meditación de Evan se perdió en la nada.
—No puede
ser... —Rurial fue a por Nedalea.
Al llegar a
ella...
—Hija,
¿estás bien?
Nedalea sufría
bastantes magulladuras y algunos aquelarres de
cicatrices,
pero su omnipotente armadura de cuatro capas
todavía
seguía intacta.
—¡Dios! ¡Me
han machacado!
Eso que
exclamó Nedalea al levantarse hizo algo de gracia,
pero a
Rurial le hostigaban pensamientos horribles.
Rurial y
Nedalea regresaron a sus cuerpos humanos.
—Papá, esos
no eran...
—No, no son
asesinos de Eones —cortó Evan a su hija.
—¿Qué ocurre
aquí?
—No lo sé,
pero tus energías se han evaporado tan repentinamente
de un solo
ataque de ellos que mi pregunta es: ¿son realmente
Eones
negros?
—¿Cómo?
Pues... —Ivory pestañeó rápidamente ante tal cuestión.
—Mi mujer,
tu madre, la quieren para algo.
—¿No son
asesinos de Eones?
—Esa raza,
recuerdo una vez que existió hace miles de eternidades
atrás cuando
nuestros Eones estaban reunidos bajo mandato
sagrado en
protección de lo divino—maligno.
—¿Y? Eso ya
lo sé.
—Los
asesinos de Eones se convirtieron en armas.
—¡¿Qué?!
Al momento
de quedar impactada, Ivory invocó su fiel arma eónica
en su mano
derecha.
—Papá,
¿insinúas que...?
Evan asintió
al ver a su hija plantando vistas incrédulas en
su arma
imparable de sangre victoriosa y reluciendo un fulgor
casi
cegador.
—Nuestras
armas de Eones son asesinas de ellos mismos —confirmó
Evan.
—Oh, no...
¡Mamá!
El grito de
Ivory estalló en torrenciales lágrimas a los
hombros de
su padre.
—¡La van a
convertir en un monstruo! —gritó Ivory al pecho de
su
progenitor.
Rurial,
dentro del alma de Evan, centraba las bases del peligro
descubierto.
«Si
transforman a Nina en un arma asesina de Eones, habrá una
guerra. El
poder de Nina es único. Ella es un linaje especial
ligado a
Eones fuera de lugar, lejos de a los que pertenecemos
muchos como
Nedalea y yo... Oh, no. Van a empezar a dominar a
Eones
divinos».
Los
diezmadores de la esperanza.
Iban a
sacrificar a Nina.
09/10/2016
(Segunda parte)
La general
Demira Falian llevaba a su ejército a la
primera
batalla.
—Comandante
Trevor, prepare a las máquinas —dijo
Demira con
la voz de
una auténtica guerrera eónica.
—Sí, mi señora.
Las
tempestades antes de la calma se hacían notar en
el
silencio
atronador de sangrial.
El estigma
de una campeona.
“ Una
guerra... Una maldita guerra de Eones se ha
vuelto a
inicar
—pensó Demira para sus adentros más
preocupados
mientras
cerraba un puño inquietante—. Mi familia
fue
crucificada
por culpa de Eones negros y cobardes
domados
por la
Oscuridad. Pereceréis todos bajo mi mano”.
Furia de
Eón.
Demira era
una general bastante consagrada. Poseía
un
carácter
devastador ante los que le oponían la
voluntad de
ser feliz y
amorosa. Era una guerrera con una Eona
en su
interior
(llamada Galiathael) con una omnipotencia
suscitando
siempre la
victoria a sus compañeros de batalla.
Y hoy tenía
que procurarse otra.
Demira
observó el frente nublado.
—Prepárate,
Galiathael —dijo Demira a su fiel amiga
desde...
Quién
sabría.
“Lista.
Esa voz de
dentro de Demira era su Eona, quien la
mejoraba
cada segundo
de su inmortalidad con un amor
inmejorable.
El ejército
de Demira estaba dispuesto.
—Allí están
los cobardes de Orseus —murmuró Demira
con ojos
henchidos de
valor—. Cómo osáis invocar asesinos de
Eones.
Estáis
locos.
Demira
conjuró su lanza-cañón de diez puntas láser y
un
núcleo
arrasador de energía.
Al momento
de hacerlo, todo el ejército estaba listo.
—¡Preparad máquinas
y cargad! —mandó Demira y su voz
irrebatible.
Los
restallos de armamentos y los soldados
desenfundando
belicosidad
se escuchaban por todo el mundo.
Demira
contempló una línea oscura en el frente.
—Ahí vienen
—dijo luego.
Se
transformó en su Eona Galiathael.
—¡Que no
quede ni uno vivo!
Y con su
trono del apocalipsis gutural, inició la
contienda.
Millones de
Eones negros llegaban a lo lejos mientras
los
soldados y
máquinas futuristas de Galiathael iban a por
todas.
Los primeros
choques de armas y blindajes multiplicados
en
otros tantos
agonizaron el silencio para dejarse escuchar
ante los
hilos invisibles de la paz.
—¡No sois
rival para mi ira! —expulsó Galiathael su furia
eónica
contra dos mil soldados del abismo a la vez que
enfrentaba a
un Eón negro.
Unas
capitanas y unos comandantes preparaban a los robots
colosales.
—¡Ahora,
disparad, disparad! —ordenó una milicia.
Ondas
reflectantes fueron dispersadas por todo el campo
frontal
hasta
devastar lo que hubiere por delante.
Un soldado
avistó el fuego amigo.
—¡A un lado!
Se apartaron
los que estaban presintiendo el peligro.
Galiathael
se llevaba por delante al Eón negro tras
succionarlo,
ya que si se
asesinaba a uno (fuera divino o maldito),
la
Existencia
perecería. Todos estaban bajo la custodia de
la Vida.
Como tótems
del universo.
Galiathael
percibía que algo no iba bien.
—¿Qué me
sucede? Mis energías están algo debilitadas
—dijo
extrañada.
Su
multiarmadura estaba perdiendo fulgor blanco y rosado.
Algo
extraño.
Sin darle
mucha importancia, continuó las masacres por su
cuenta
mientras su ejército la llevaba a la victoria.
—¡Avanzad,
avanzad! ¡No les dejéis hacer nada! ¡Haced más
presión!
Esas órdenes
de Galiathael siempre daban el resultado
esperado.
Presionar y
atacar, defender lo justo y convertir las
protecciones
en nueva
ofensiva.
—¡Continuad!
¡Escudar el flanco derecho! ¡Seguir delante!
¡Expulsad
aniquilaciones
a la izquierda!
Su furia
eónica era inmejorable. Había logrado tantos
triunfos en
innumerables
guerras eternas que no tenía piedad con el
enemigo.
Su energía
no se ponía en duda.
—¡Así, muy
bien! ¡Vamos!
La voz de la
Vida Eterna. Así tachaban algunos a Demira
y a
Galiathael.
Almas
gemelas femeninas.
—¡Destruidlos
a todos!
Sin embargo,
no siempre ella era la dueña del mundo.
Un
fustigador núcleo invisible arrasó las intensificadoras
acometidas
de
Galiathael justo antes de exterminar a varios enemigos.
—¡Mi general
Galiathael! —gritó una caballera al ver a la
jefa fuera
de combate
de un suspiro.
Abatida al
momento.
Muchos
soldados quedaron atónitos ante tal calaña brutal.
Varios
generales secundarios al mando de Galiathael tuvieron
que tomar
la
iniciativa y seguir el protocolo de auxilio y control.
—¡Continuad
avanzando! ¡Que alguien saque de allí a Galiathael!
—ordenó
un general
con nervios de acero.
Las energías
de Galiathael estaban derruidas casi por completo
y empezaba
a ser
demasiado inquietante.
—¡No! ¡Id a
por ella, id a por ella! ¡Deprisa! ¡La fatigan!
—exclamó
asustada una
comandante.
Algo
sobrenatural eso que soltó ella, pues, como el fenómeno
paranormal
del amor,
los Eones eran prácticamente inmunes de dejar sin
energías a
pocos
segundos.
Eran como
mundos andantes de blindaje divino.
Galiathael
sufría palizas irremediables sin defensa alguna.
—¡Fijad los
objetivos de Galiathael y fulminadlos! ¡Rápido,
maldita sea!
¡RÁPIDO!
—deseó un general desesperado.
La moral se
reducía, la ira ya no era valiente y el miedo
ante una
muerte
segura de un
Eón pendía de un hilo.
Dios perdió
los gallumbos.
Sin
embargo...
—¡Demonios
insolentes! ¡Ahora veréis!
El atronador
estrado de la garganta de un salvador entró
en acción.
Varias ondas
masificadoras demolieron a los enemigos que
Galiathael
tenía
encima,
otras tantas acometidas láser arrasaron y
destruyeron
soldados que
se cebaban
con los tanques futuristas de algunos compañeros,
y unos
discos
de fuego
bélico terminaron por salvar a la general divina.
—¡Quiénes
son esos! —quiso saber una caballera rubia al
quedar
anonadada
ante dos
salvadores inesperados.
Un guerrero
fijó miradas incrédulas en las bandas que
portaban
esos Eones
salvadores
de Galiathael.
—¡Son de
Orseus! ¡Cuidado!
Y enseguida
apuntaron objetivos.
Pero antes
de disparar, la mano derecha de Galiathael
frenó el
ataque.
—¡Quietos!
¡No he dado orden de golpear a dos amigos!
Eso que
exigió Galiathael, que estaba mal herida por
muchas
partes de su
organismo
blindado y celestialmente bélico, no tenía
sentido,
pues ella
odiaba al
clan Orseus, y había dos miembros ahí
plantados
delante de
ella que la
ayudaron.
—Rurial,
Nedalea, habéis tardado —dijo Galiathael.
Nuevos
amigos, nueva guerra.
10/10/2016
Ivory fue a
visitar en los centros de
mando de la
ciudad Ubarian a Demira.
Dentro de
los salones presidenciales…
—¡Demira!
—gritó Ivory para hacerse
notar su eco
femenino a lo lejos
donde estaba
la general, que se giró
para mostrar
una sonrisa complaciente.
—¡Ah! Hola,
Ivory —saludó con gesto
cariñoso y
un abrazo.
—Sí, hola.
—Relegó de la felicidad.
—¿Te ocurre
algo? —La observó triste.
—¿Podemos
hablar en privado?
Eso que
preguntó Ivory suscitó malestares
futuros para
Demira.
—Claro,
acompáñame.
Yendo hacia
un despacho y entrando,
Demira cerró
la puerta tras de sí con un
paso mágico
de la mano.
—¿Todo bien,
Ivory? Siéntate, por favor.
—No, no. No
quiero. —Extrajo del
bolsillo el
medallón que había encontrado
una noche en
un callejón bélico—. Quiero
que me digas
qué es esto exactamente.
Al verlo,
Demira lanzó un grito apagado de
horror.
—Sí, Demira.
¿Aterrorizada? Pues mírame
a mí. Y
encima mi madre está secuestrada
por tu
culpa.
—¡¿Mi
culpa?! ¡Ni se te ocurra hablarle
así a…!
—¿A quién?
¿A una general traidora?
—¡Silencio,
niña!
El ambiente
repentinamente tenso estaba
a punto de
estallar en guerra dual.
—No soy una
cría. Soy una Eona. Que
no se te
olvide con quién hablas. —Ivory
demostraba
su fiereza valiente.
—Lo mismo te
digo.
—No, no es
lo mismo dada tu condición
en este
momento. —Lanzó un suspiro
hondo e
irritante—. ¡Una Eona reconvertida
tras un
engaño amoroso! ¡Lo que hay que
escuchar!
—¡No tolero
eso! —Expulsó su ira contenida
contra la
mesa al golpearla con un puño.
—Menos los
demás herederos que tenemos
contacto
contigo. —Se le acercó con amenazas
peligrosas—.
¿De quién es este medallón,
Demira?
Empieza a hablar, y espero que tengas
un plan
seguro para rescatar a mi madre, o
le diré a
todo el mundo que estás liada con un
descendiente
de Eón maldito. —Enjauló con un
brazo a
Demira en la pared—. ¿Quién es él o ella?
Dímelo.
—No te
incumbe.
—¡Mentirosa!
¡Habla de una vez! ¡Mi madre
está en
peligro!
La situación
era límite, y cualquier otro rugido
entre
felinas, podría suscitar una gran batalla en
el lugar.
—Está bien.
—Demira respiraba algo agitada
pero
controlándose, sin dejar de retener la visión
ofensivamente
salvaje de Ivory clavada en sus ojos
negros—.
Maly y yo…
—¿Maly? Así
que ella es tu amada.
—Sí.
—Lo que me
faltaba. Una Eona maldita
tirándose a
una divina como tú. Genial. —Su gesto
despectivo
blasfemó contra Demira.
—No es lo
que piensas.
—¿No?
¿Entonces? ¿Qué tramas con esa tal Maly?
Espero que
tengas un buen plan para salvar a mi
madre, o te juro…
—¿Juras?
Hereje. Te recuerdo de dónde viene tu
omnipotencia.
Dios te masacrará como vuelvas a
decir algo
así.
—Me da
igual. No existen religiones, solo la mía.
—No conozco
tu ciencia.
—Mejor que
ir tirándose Eones malditos por ahí,
seguro que
es.
—¡Pero
serás…!
Antes de
abofetear Demira a Ivory, un comandante
entró al
cuarto con problemas.
—Mi señora
Demira, tenemos amenazas —dijo el
hombre.
Disimulando
las sañas bélicas, Demira atendió al
varón.
—¿Qué
sucede? —preguntó ella.
—Viene un
batallón de Orseus hacia aquí, y parece
que en
nombre de Tair Valia.
Ivory se
llevó una mano a los labios en gesto
preocupado.
Demira la cazó enseguida.
—¿Lo conoces
a ese hombre? —quiso saber Demira.
Ivory
asintió.
—Vaya, vaya…
Parece que no soy la única que
guarda secretos
—insistió Demira trayendo al
momento
intenso la riña de fieras anterior.
—Bien,
comandante. Prepare los equipos. Hora de
batallar
—ordenó Demira.
—Sí, mi ama.
Viendo que
el hombre abandonaba el despacho,
Demira
atendió a Ivory.
—Dime lo que
tengas que decir, Ivory. No voy a
ser
hostigadora.
—Tair fue un
hombre que no dejaba en paz a mi
madre. Él me
enseñó cómo manejar a mi Eona,
pero al
descubrir que conspiraba enamorarse de mi
madre para
sus fines, rompí relaciones con él.
—Hay que
detenerlo. Tu madre parece tener más
pretendientes
que amenazas.
Ivory le
entregó el medallón y la observó con desprecio.
—Pues espero
que tu zorrita no haga de las suyas o
quedará
empalada por mi mano derecha. Procura no
tentar la
ira de una socia del divino Orseus.
Parecía que
la única batalla no iba a ser la guerra
exterior,
sino también entre dos Eonas.
11/10/2016
El día mañanero entregaba otra batalla más a la
guerra inesperada de Eones. Tair y su ejército
ya se divisaba en el horizonte
de las lejanías de la ciudad.
Demira ya estaba preparada para combatir junto con
Evan e Ivory de su parte, y un millonésimo ejército a sus
disposiciones en
contra del de Tair.
—Evan, Ivory, os quiero a mi lado —empezó a dar
órdenes Demira.
—Sí —dijeron al unísono padre e hija.
—Capitana Rosia, invada las primeras líneas de
ataque de
Tair. Que no intente hacer nada —continuó Demira.
—Sí, mi señora.
—Generales Tom y Milla, necesito una gran cantidad
de
navíos sobre las cabezas de los de Tair. Frenad esas cosas
gigantes de él
antes de que destruyan mi ciudad.
—Así lo haremos —condecoraron ambos generales a Demira.
—Bien, en marcha.
El ejército de Demira era innumerable, pero el de
Tair no se
quedaba atrás.
Ivory no dejaba de darle vueltas a la cabeza.
«¿Qué tramas, Tair? Sé que tú has planeado el
secuestro
de mi madre. Te tengo trincado», pensó Ivory.
La batalla estaba a punto de iniciarse.
Demira observó que los ojos malditos de Tair (un
hombre
de talante oscuro y con una armadura eónica bastante lograda,
pese a no
estar transformado todavía en su Eón negro) estaban
inflamados de avariciosa
belicosidad.
El viento rugió guerra.
—¡Aniquiladlos! —tronó Demira y su voz de imperial
mujer
imparable.
La contienda comenzó.
Demira se convirtió en su Eona al igual que Evan e Ivory.
—¡Adelante! —tronó Rurial.
Los primeros choques de salvajismos armamentísticos
devastaron el terreno colindante cuando reventaron las estelas
de la vida
feliz.
—¡Destruiros será pan comido! —bramó Nedalea cuando
empaló a cinco contrincantes con su monumental arma.
Acompañado de Rurial, Galiathael estaba llevando a
cabo un
gran combate múltiple.
Descuartizamientos y estallidos de blindajes
mecánicos por
cada rincón del campo de batalla era lo más notable, pero la
Ira
Divina de los Eones estaba a flor de canto.
Tair estaba metamorfoseado en su Eón maldito.
Y Nedalea fue a por él.
—¡No, hija! —chilló Rurial al ver peligrar el futuro
de su hija.
—¡Déjala, Rurial! ¡No vayas a por ella! ¡Sabe
defenderse! —le
frenó Galiathael.
Continuando los combates, los ejércitos se jugaban
la
inmortalidad en cada restallo de aceros desconocidos por el universo.
Máquinas titánicamente impactantes caían cuales
tótems
del cosmos hacia el vacío de la guerra, mientras que soldados
y
campeones valientes continuaban llegando a la victoria.
Nedalea plantaba su fiereza sin piedad.
—¡Tair! ¡Sabía que eras tú el que se llevó a mi
madre! ¡Maldito
ser despreciable! —condenó Nedalea mientras esquivaba algunos
láseres de las alas cuádruples del Eón de Tair, llamado Juranrar.
Mientras las tropas exterminaban sus ansias, Rurial
y Galiathael
llegaban a Nedalea tras dejar atrás cementerios enemigos.
—¡Hija! —se oyó la voz de Rurial de lejos.
Los estampidos de faunas eónicas que se provocaban
Nedalea
y Juranrar al luchar como sádicos tigres eran dignos de admirar.
No había quién pudiera frenar a un Eón.
Ni Dios.
Las armas de Nedalea empezaban a corroerse a tanta
energía que
desgastaba contra el enemigo, pero éste también sufría la furia de ella.
Tras unos segundos de combate, ambos permanecieron
para descansar
mientras continuaban con ojos en duelo.
Respiraciones acometiendo las Trompetas del
Apocalipsis o los
Timbales del Armagedón.
—¡Tair! ¡Suelta a mi madre! —rugió Nedalea mientras
recuperaba
energías en su posición.
—No conozco a tu madre —habló Juranrar con voz
infernal y
ojos rojos de bestia armada hasta los dientes.
—Suelta a mi madre o te arranco la eternidad. ¿Acaso
no sabes
quién soy?
La cólera eónica era insuperable en el ambiente.
—Hija de Eones y dueña de una porción de la Luz, y
mira qué
miedo das, Nedalea. —Juranrar clavó su gigantesco martillo-cañón
en el
suelo para señalar a la Eona—. Tu madre no es lo que me importa.
—Cómo te atreves…
—¿Asesinos de Eones? No sabes nada de lo que piensas
ahora
mismo, Nedalea. Quieres averiguar más de lo que tu propio
omnipoder
intenta por sí solo.
Rurial y Galiathael permanecían tensos ante la
conversación.
—Vosotros —continuó Juranrar—, un trío de Eones
divinos y
dos corrompidos.
—¿Qué? —se sorprendió Nedalea.
—¡Basta, Juranrar! —se impuso Rurial—. ¡Devuélveme a
mi mujer!
Y ambos se enzarzaron como perros salvajes en un
nuevo combate.
Rurial se llevó por delante al enemigo en ansia de
saña potencial.
Galiathael siguió ayudando a los soldados mientras
Nedalea se
devanaba los sesos por los secretos palabreados de Juranrar, a la
vez que observaba la lucha entre su padre y el enemigo.
—Dos Eones corrompidos entre nosotros… Galiathael es
una
—dijo Nedalea para sí misma—. Y yo…Yo soy otra, pues siento
mi arma asesina
de Eones inyectarse de insospechado poder
maldito. No obstante, yo estoy
protegida contra la Oscuridad.
Sin embargo, las meditaciones de Nedalea iban más
allá.
—“Un trío de Eones divinos y dos corrompidos”, eso
dijo Juranrar.
—Observó a Galiathael—. Oí hablar de Galiathael hace dos
eternidades atrás que ella fue la invocadora de una gran legión de
Eones para
abrasar las filas más supremas del Dómine por estar
bajo el yugo de la
Oscuridad, pero…
Su mente le empezaba a enviar malas imágenes.
—Pero no salió bien. En aquel entonces, Galiathael perdió
su
omnipoder y cayó al Mundo con cinco objetos sagrados tras de
sí… Un trío
dual…
Nedalea levantó una mirada aterrorizada.
—¡Un eliminador! ¡OH, NO!
Al final dio con el secreto.
Rurial estaba sufriendo una paliza por parte de
Juranrar cuando
fue devastado por dos rayos y una onda expansiva de dos
hostiles,
pero Galiathael llegó a tiempo para salvarlo y apartarlo de la zona
roja.
—¡Papá, aléjate de ella! —se oyó a Nedalea.
Sin embargo, Rurial estaba más pendiente de salir
del peligro
(que aún persistía) antes que de escuchar a su hija.
—¡Papá! ¡Papá!
Parecía que el Infierno y su fuego quemaban la voz
de Nedalea.
Juranrar estaba extrañamente feliz.
Galiathael lo miró por el rabillo del ojo.
—¡Papá! Tengo que ir a por él.
Nedalea abrió sus diez alas de serafín acorazado y
voló a toda velocidad.
Tuvo éxito y se llevó a su padre a rapidez sublime.
Sin embargo…
—Hola, Maly —dijo Juranrar a los ojos divinos de
Galiathael,
quien parecía no ser lo que todo el mundo creía.
Nedalea dejó a buen recaudo a su mullido padre y
luego se giró
hacia la general Galiathael y Juranrar.
Y…
—¡NO!
El grito de desesperación de Nedalea destruyó el
cosmos.
Galiathael estaba siendo triturada por dentro.
El Mal obtuvo a una gran guerrera…
13/10/2016
13/10/2016
Destrozada por la reconversión de Demira, Ivory
estaba dispuesta a invocar un arma especial con la que
poder detenerla.
—Ahora llevas el nombre de Maly, la originaria
de tu naturaleza eónica —dijo Ivory con preocupación
al dirigirse a un altar en medio de una nada celestial—.
Es hora de acabar con esto.
Centrada en una diana de un templo sacro-maldito,
Ivory extendió los brazos y empezó un ritual eónico:
"Comienzo y final, doble eternidad.
Alienta, arma destructiva, el refugio Eón.
Alienta, nombre sin nombre, el coraje y la venganza.
Alienta los corazones sincronizados de un límite arrollado.
Alienta las manos con las que te proclamo
para que concluyas el mundo en un solo dedo:
un diezmador.
Alienta el hálito de cada hombre y mujer
que en tu boca produce al Nuevo Ser.
Alienta a mi Eón, el que te da poder
y succiona la saliva que no tengo pero deseo.
Alienta, alienta la magia y la realidad,
alienta la verdad, el aura boreal
y mi fuerza sobrenatural.
Alienta el gemido de una mujer
y la fuerza de un hombre.
Combina y alienta los esgrimas de una estocada rápida
en el corazón de la Avaricia.
Alienta, yo te conjuro para ser el orden de mi amor y odio".
Tras el ritual, una furia mágica arrasó el brazo derecho
de Ivory convirtiéndolo en una extraña divinidad.
—Voy a por ti, madre.
Sentenció Ivory al universo.
14/10/2016
14/10/2016
Ivory ya
tenía en su poder la misión a cometer: revivir
a Demira, que se había
convertido en Maly.
—Traición —dijo
Ivory con rabia contenida—. Demira
es Maly, nos ha engañado. ¡Maldita sea! ¡Es
una eliminadora!
Antes de
abandonar el ritual ya completado y teniendo
en la mano derecha la energía
brutal de Alienta, Ivory
comenzaba a sentirse extrañamente débil.
—Oh, Dios...
¿Qué me pasa?
Decaída,
desplomó una rodilla al suelo para sujetarse los
mareos.
»Eh, Ivory.
¿Estás bien?
El
pensamiento de Nedalea, su Eona de su corazón, la avivaba.
—Creo… Creo
que… ¡AH!
Un rugido
salvaje tronó Ivory en cuanto se llevó la mano
al pecho.
»¡Ivory!
¡Qué te sucede!
Alarmas
rojas por cualquier parte del cuerpo de Ivory,
Nedalea comenzaba a sentirse
igualmente exhausta debido
a la conexión directa con su heredera.
—¡Nedalea,
se me revienta el corazón!
Ivory estaba
fuera de combate en el suelo sufriendo lo que
nunca había padecido en su
inmortalidad eónica.
Nedalea,
dentro del alma de Ivory, meditaba lo que ocurría.
»Alienta…
Había que
darse prisa. Ivory estaba en estado máximo
de alerta. Si continuaba
debilitándose, la Existencia perecería
a manos de un ritual mal pronunciado.
»No… El
ritual de Alienta no salió bien… Tengo que buscar
a Alienta. Debería de
situarse en alguna parte del corazón de
Ivory.
Los Eones,
dentro de sus herederos, invocaban sus propios
paraísos donde vivir por siempre
en el interior del alma,
por lo que existían paisajes de muchos colores y vidas
en las
entrañas de sus humanos “poseídos”, no obstante ahora el
espíritu de
Ivory estaba siendo destruido.
Dentro del
cuerpo de Ivory…
—Oh, no… Mi
querida heredera… —dijo Nedalea con voz
entrando en pánico—. Su cuerpo y alma
están siendo
desintegrados por causa del mal ritual. Tengo que darme
prisa en
encontrar a Alienta. —Observó a los lados—. Debo
encontrarla.
Alienta era
una diosa Eona demasiado omnipotente. Si
Nedalea se enfrentaba a ella, no
tendría muchas oportunidades.
Y dio con
Alienta en un fondo oscuro iluminado por las auras
cegadoras de la diosa
corrompida.
—¡Dios mío! —bramó
Nedalea cuando la tropezó de lejos.
Impactada
por el tamaño kilométrico de la cosa que tenía
delante, Nedalea no estaba en
condiciones de combatir contra
aquello.
—Es…Es
titánicamente universal… Nunca había visto ser igual…
La lucha
estaba servida en cuanto algunas colas y cabellos de
Alienta se movieron en una
tormenta inesperada.
—¡Nedalea,
no puedo resistir más!
Ese grito
del exterior era de Ivory, que no dejaba de retorcerse
de cementerios a punto
de estallar de inmenso dolor.
—Tengo que
domar a Alienta —condenó Nedalea—. ¡Vamos!
Siendo una
Eona de poco alcance omnipotente, Nedalea era
bastante hábil, sin embargo,
dudaba, pero poco.
—¡Diosa
Alienta, regresa a nuestro valor! ¡Te lo ordeno!
Nedalea se
abalanzó a por ese ser tan monumental y
desproporcionado de tamaños y fuerza
sobrenatural.
Las primeras
ondas expansivas que lanzó la diosa parecían
planetas enanos expulsando iras
bestiales en contra de
Nedalea, quien los reventaba con sablazos colosales de
su arma
extendida.
—¡Alienta,
yo te exijo que regreses! —rugió Nedalea de Ira Divina.
Una cola
multiacorazada le fue cercenada a la diosa en cuanto
la campeona la mutiló a la
velocidad de la luz.
Alienta lanzó un
gobierno gutural en cuanto sintió el dolor de
la furia eónica.
Mayores rayos láseres
y energías desperdigadas contra Nedalea,
pero ésta los esquivaba cual maestra
de la guerra.
Sin embargo, un
golpe inédito la estrelló contra paredes negras,
saliendo del campo de batalla.
Ivory no dejaba de
debatirse entre vivir o morir.
—¡Nedalea! ¡Mi
corazón! ¡Me despedazo!
Ivory estaba
lloviendo de guillotinadora presión.
Dentro del cuerpo
de Ivory, Nedalea estaba sufriendo bastantes
bajas de energía de repente.
—Dios… No puedo…
No puedo… Y mi corazón anclado al de
Ivory también sufre su daño…
Pero aún con todo
ese dolor, Nedalea regresó al combate contra
Alienta.
—¡Diosa! ¡Necesito
tu ayuda! ¡Vuelve a nosotras! —bramó Nedalea.
—¡Los mundos no
son para mí, fraterna de Eones! —habló
Alienta con una voz imperialmente
suprema y con un eco
restallando en el cosmos de dentro del cuerpo de Ivory.
Parecía
que crucificaba con su voz.
—¡La Existencia
está en peligro!
—¡Yo soy la
Existencia!
Alienta emanó
variadas apoteosis de sus innumerables alas blindadas.
Nedalea no pudo
contra lo que se le venía encima.
—No… Eso es un
Armagedón Divino-Infernal… Voy a morir dentro
de Ivory… —masculló Nedalea
cuando vio el Juicio Final llegando
a ella, lanzado por Alienta.
Sin embargo, una
luz intensa procuró un silencio extraño.
Y de repente, todo
blanco.
—Ivory… Despierta…
—se escuchó una voz femeninamente
acogedora.
Los ojos de Ivory
se abrían lentamente mientras recobraban una
energía inédita y paranormal.
Permaneciendo
todavía en el lugar del ritual, Ivory se iba
incorporando hasta llegar a la
realidad.
—¿Qué ha ocurrido?
—se preguntó con algunas jaquecas.
—Ivory, tú me has
invocado —continuó hablando esa voz tan
amparadora de madre eterna.
—¿Dónde estás?
¿Quién eres? ¿Nedalea?
—Nedalea y yo
estamos fundidas en una sola energía. Ahora
somos tú.
Impactada, Ivory
recordaba lo que había sucedido y se llevó una
mano al corazón, sonriendo.
—Nedalea… Lo has
logrado —comentó Ivory con algunas lágrimas
de felicidad.
En este momento,
Ivory tenía en su poder la fusión entre Nedalea y
Alienta en un solo ser.
—Bien, Maly. Es
hora de cerrar objetivos. —Ivory se ajustó los
guanteletes—. Diosa Eona contra
diosa Eona eliminadora. Prepárate.
Y con la Ira
Divina en su mano derecha, Ivory abandonó el lugar
sacro-maldito hacia su
misión: vencer a la Destrucción.
15/10/2016
15/10/2016
Ivory
descansaba en los cuarteles generales de la ciudad bajo
el mando de la
desaparecida Demira, que actualmente había caído
al Mal con el nombre de Maly.
Evan
acompañaba a su hija en un desayuno copioso y prácticamente
terminado.
—¿Pretendes
ir tú sola a por Maly? No creí tener una hija tan loca
—dijo Evan al acercarse
a su hija por la espalda mientras
admiraban ambos el amanecer de la urbe
voladora.
—Claro que
no voy a ir sola. Te tengo a ti. —Se dio la vuelta
para darle un abrazo tan
tierno que parecía uno caído del cielo.
—¿Alienta?
¿Has convocado a Alienta? Definitivamente estás loca.
—La apartó con suavidad.
—La
necesito.
—No
necesitas a ningún dios Eón para salvar a mamá.
Has tenido suerte de que
Alienta no te ha absorbido toda
la omnipotencia eónica. Hubieras desaparecido
del mapa en dos
segundos... Y no quiero volver a perderte como antaño.
Algunas
lágrimas de nostalgia asomaron en los ojos del alma de
Ivory que su padre pudo
contenerlas en el corazón.
—Hija, no
puedes...
—Sí puedo,
papá. Tienes razón. Estoy loca, pero por ti. De amor
puro.
—No dejaré
que te aniquile.
—No lo
hagas. Ayúdame.
—No sabes lo
que tienes cargando en tu brazo derecho. Alienta
no es solamente una diosa Eón.
Maly te la puede arrebatar. ¿No
pensaste en eso?
Evan se
había puesto cual tipo duro ante tamaña pregunta.
Ahora sí que
estaba aniquilada Ivory, pero con palabras de su progenitor.
—Solo quiero
salvar a mamá.
Ivory
terminó derrumbada a los brazos de Evan sin control alguno.
Tras unos
segundos de desahogo, los ánimos estaban calmados
cuando los rayos de sol
arruinaban malos presagios y soñaban con
próspera serenidad.
—Ivory, no
invoques a Alienta en batalla. Deja que Nedalea luche.
—Pero
Alienta está sellada a ella.
—Lo sé.
Ahora tienes tres corazones: el de Alienta, el de Nedalea
y el tuyo. Lo bueno
de poseer un poder de cazador como el que tú
tienes es que puedes actuar como presa
para las deidades.
—¿Transferir
mis poderes de cazadora a debilidad eónica?
—Así es. De
esa manera, Alienta sentirá un gran rechazo a ti, pero
lo suficiente como para
no salir de tu cuerpo, además de no tentarse
a salir a batalla.
—Un
equilibrio.
—Sí. —Evan
suspiró—. Un dios Eón es peligroso. No debiste
convocarla, pero ahora que has
llamado a Alienta a la Existencia,
tenemos que evitar que salga a la luz, y si
lo hace, espero que tengas
el control total sobre ella o...
Dejó de
hablar Evan cuando le cruzó en la mente una imagen
terrible sobre la
destrucción del universo si un dios Eón o un Eón
normal era pulverizado.
—Vamos,
hija. Hora de ir a por Maly.
15/10/2016 (Segunda parte)
La armada de
ejércitos que llegaba al horizonte era extraordinariamente
temible. Millones y
millones de soldados de Maly estaban dispuestos
a destruir todo lo que se les
pusiera por delante.
Demira había sido
corrompida y ahora tomaba por nombre Maly: su
propia amante.
Su aspecto maldito
de negros, grises y dorados áureos restallaban
en el clima como si fueran el
segundo sol del cosmos: uno perjurador.
Ivory y Evan
dirigían sus tropas millonésimas hacia la batalla en
un campo de poca
vegetación y ámbar empolvado.
Lunas
errantes…
—Oh, Dios mío —masculló
Ivory al observar en la lejanía el porte
majestuosamente bélico de Maly.
—Tranquila, hija.
Recuerda: controla a Alienta.
—Papá, ahora no
estoy tan segura de hacerlo. ¿Has notado las
vibraciones en el aire? Creo que
Maly no es…
—Ya, ya me di
cuenta. Maly no es un Eón eliminador, sino una
diosa Eona como Alienta.
—Necesitamos a
Alienta, papá.
—No desesperes.
Habrá que improvisar algo.
—¿El qué?
—Escucha, creo que
ya sé por qué han secuestrado a mamá.
—¿Sí?
—La orden Orseus
fue en su época una maldición andante.
Maly era una dictadora bastante
empedernida doblegando a las
gentes en contra de su voluntad. En aquel entonces
era una heredera
de Eón entregada al Bien, pero…
—Tair…
—Sí, hija. Tair la
enamoró con la aguja de la Oscuridad.
—El medallón que
encontré en aquella noche, no era de Maly, era
de Tair.
—Ese medallón es
una llave. No debiste dárselo a Demira.
—Pensaba que
simplemente era una joya bonita.
—No, y ahora
estamos en desventaja. —Frenó Evan al ejército con
un ademán de la mano derecha—.
Hija, hay que arrebatarle el
medallón a Maly. Arráncaselo del corazón e
insértatelo tú en el tuyo.
—¿Qué me ocurrirá?
—Según un escrito
de Maly que a tu madre le descubrí en secreto,
ese medallón te expondrá a una
energía sobrenatural eónica.
—¿Qué quiere decir
eso?
—Que ya no
necesitarás a Alienta. Tú misma serás una diosa
Eona junto con Nedalea.
Entonces Maly desaparecerá y Demira
regresará con nosotros.
—Pero ¿y mamá?
—El medallón es de
ella. Orseus es el nombre del medallón, y es
un Eón dentro de ese objeto. —Evan
contempló a su hija con ojos
preocupados—. Tu madre y mi esposa, es el
recipiente perfecto
para Orseus: el Eón de la Neutralidad. Luz y Oscuridad
unidas eternamente.
Ivory desalojó un
grito de horror apagado al taparse la boca con las manos.
—Por eso quieren a
mamá, hija mía. Ella nació con una energía
divino-maligna marcada por causa de
Dios. Es una heredera
demasiado omnipotente, y Tair y Maly la quieren para
propagar lo que deseen.
—Hay que salvar a
mamá y pronto.
16/10/2016
16/10/2016
La teoría estaba
clara, pero la práctica era lo privadamente terrible.
—Papá, Maly tiene
demasiado poder —dijo Ivory cuando ya se
transformaba en Nedalea. Se le podía
percibir la omnipotencia de
Alienta en su interior.
—¿Quieres probar
la fusión eónica? Tú y yo dentro de Alienta.
—¿Estás seguro?
—Adelante. Maly es
muy poderosa estando allí con Tair. ¡Vamos a ello!
Decidido Evan, se
convirtió en Rurial y ancló piernas en el suelo.
—¡Venga, hija!
¡Fusión!
De repente, una
luz cegadora de azul y verdes albos envolvió a los hábiles Eones.
El ejército bajo
el mando de ellos estaba impresionado por lo que iba aconteciendo.
Y enseguida, una
nueva figura entró a la Vida.
—¡Eona maldita, es
hora de terminar con lo empezado! —rugió un ente venido
de otro mundo de Eones.
Rurial y Nedalea
se habían fusionado en un ser extraordinariamente imponente.
Seraphalia, el Eón
de la Naturaleza Suprema, estaba ahí delante de todos plantando
amenazas contra
Maly.
—¡Devastadlos a
todos! —tronó la voz imperial de Seraphalia.
Éste estaba
entregado a dones secretos de Alienta, que sin dejarla aparecer al
combate por
temor a que se descontrolara, aprovechó para “robarle” algo de
omnipoder y
emplearlo a voluntad contra la diosa Eona Maly.
Y en pocos
segundos, Seraphalia y Maly, que decidió fusionarse con Tair, chocaron
blindajes eónicos estampándose las atroces furias universales como sádicos
caballeros sin temor a morir fulminados por sus energías insuperables.
El Fin de los
Tiempos había empezado.
Mientras tanto, en
el cosmos, en un navío bélico…
—Evan, cariño mío…
—dijo una voz femenina.
La mujer estaba
oculta en unas cajas de un material extraño.
—Tengo que salir
de aquí.
Observando
tímidamente por arriba de un arcón de acero puro y brillante
que unos soldados
se marchaban de la zona, la mujer aprovechó para seguir su
huida de allí.
—Evan, Ivory, no
dejéis que Maly os desgaste… Oh, Dios. Protégelos, por favor…
Permaneciendo otra
vez escondida en una esquina, contempló un espejo
donde se reflejaban sus
preocupaciones… y un alma corrompida.
—Mi omnipotencia
eónica está en peligro. —Se abrió la vestimenta
mostrando escasamente sus senos
voluminosos y morenos—. Mi corazón
está casi ennegrecido. Maly me ha debido de
inyectar Oscuridad. Necesito
mi medallón.
Sintiendo una leve
punzada en el corazón, hizo una mueca de dolor intenso
pero controlado, y luego
continuó la escapada.
Se colocó bien una
pulsera que su marido le había regalado hace ya tiempo,
y decía su nombre.
“Nina”.
En la guerra,
Seraphalia y Maly se repartían brutalidades bélicas sin
misericordia. Pedazos
de armaduras múltiples y pertrechos rugiendo como
faunas descontroladas de
sangre de Eón, todo eso era lo más destacado en el
duelo de dioses.
—¡Impura Eona! ¡Acabarás
en mi Infierno, bruja! —desencadenó
Seraphalia su Ira Divina en una voz
inmejorable de valor.
Los sablazos y el
poderío que se gastaban ambos contrincantes resonaban
por el mundo entero como
si fueran dos dragones universales arrancándose
las eternidades.
Las tropas
enemigas decrecían en número debido a la leve ventaja que poseía
Seraphalia:
Alienta. Sin embargo Maly no quedaba atrás. Empleó un
contraataque acérrimo que
placó a su hostil.
—El dominio de los
Eones me pertenece, Seraphalia. ¡No me
impedirás! —tronó Maly con origen
abismal llegado de su garganta
corroída por la Oscuridad.
Seraphalia salió
despedido hasta encallarse en unas rocas gigantes.
Y luego, Maly
empezó a ensañarse con él a puñetazos y aletazos
acorazados sin freno alguno.
Dentro del
organismo de Seraphalia…
—¡Papá, hay que
liberar a Alienta! —gritó Ivory con descontrol.
—No… Vamos…
Aguanta, aguanta… —Evan estaba sumido en su
energía que Seraphalia le brindaba,
intentando que no se desplomara y
provocara una catástrofe sobrenatural.
—¡Papá! ¡Papá!
¡Alienta, rápido!
Evan hacía oídos
sordos mientras observaba desde su mente la paliza que
Maly estaba
procurándoles a cada parte del ser de Seraphalia.
—¡Papá! ¡Mi
energía no puede soportar más! ¡Papá! ¡Me duele mucho!
—¡Alienta!
Evan al final
decidió.
Una supernova
eónica destruyó el corazón de Seraphalia desde dentro,
se originó un
apocalipsis interno en su cuerpo y la diosa Alienta abandonó
su silo a una
velocidad invisible a los ojos humanos.
Dispuesta a todo,
Alienta poseyó el organismo de Ivory, Evan y sus
Eones, además de la fusión
Seraphalia.
Maly fue despedida
al recibir una onda expansiva cuando Alienta
tomó parte en la batalla
fundiéndose con el organismo del débil Seraphalia.
—¡Eona corrompida
por la Oscuridad! ¡Pagarás tu maldad que produces
allá donde impones tu
desdicha! —expulsó la voz de Alienta unida a la
de Seraphalia, que ya
recuperaba energías gracias a la diosa benigna.
Maly y su fusión
con Tair estaba viéndose en peligro, lo que Alienta
aprovechó para comenzar a fulminarla
con algunos láseres y cólera
divino-maligna.
Ivory y Evan ya
estaban de nuevo a la carga pero preocupados por el
temor de que Alienta
prefiriera ir a su voluntad en vez de obedecer al combate.
La Existencia
trepidaba como una cría llorosa.
Mientras tanto, en
la nave cósmica…
—Necesito unos
cuántos líquidos de la gama Blaser Celesta —dijo
Nina con nervios de acero
mientras condimentaba un tubo de gran
magnitud explosiva que haría estallar un
búnker—. Vale, vale. Esto ya está
listo. Date prisa, Nina.
Otorgándose ánimos
a sí misma, después encajó el explosivo futurista en
una pared y salió pitando
de allí.
—Tres, dos, uno…
Una aniquilación
de enorme extensión destruyó el lugar dando alertas por
todos lados.
Nina abandonó su
escondite escudado y…
—Una nave
auxiliar. ¡Bingo!
Se dirigió hacia
ella mientras recibía disparos a distancia.
—¡La prisionera!
¡Que no escape! ¡Vamos, vamos! ¡Vamos, maldita sea!
¡Id a por ella! ¡Detenedla!
—ordenaba un soldado que interceptó a Nina.
Ésta lanzó algunas
bolas de energía rápida contra los enemigos que le
frenaban el paso, y llegó a
la nave.
Entrando con
prisas desesperadas…
—Oh, mierda. ¿Cómo
se maneja esto? Mis conocimientos sobre vehículos
de esta calaña no me dan para
tanto… —espetó Nina con más problemas.
Probando botones…
—¡Se eleva, se
eleva!
Feliz, agarró los
mandos holográficos y tomó vuelo rompiendo a metralletas
láseres una pared.
La succión del
universo entró como fiera imparable llevándose a su
vacío negro todo lo que
pudiera… Hasta la nave de Nina. Pero pudo
controlar el vehículo y siguió la
huida.
En la guerra,
Alienta y Seraphalia (en el mismo organismo) hacían
buen trabajo devastando los
blindajes de Maly (unida a Tair en un solo ser).
Poco a poco se podía ver
sangre fresca de Eón.
—¡Maldita Eona del
Mal! ¡Ese medallón no te pertenece! —rugió Evan
desde lo más profundo del
coraje de su bestia Eón.
Con variados
puñetazos rápidos en la cabeza indescriptible de Maly y
unos cuantos sablazos
de su arma monumentalmente apocalíptica,
Seraphalia acumuló enorme poder de
Alienta para mostrar su final.
—¡Eona entregada a
la Oscuridad! ¡He aquí tu extinción! ¡Tu eternidad
es mía! —bramó Seraphalia
con valor inmune a todo.
Absorbiendo tantas
auras como podía, Seraphalia después se colocó
en una posición definitiva y
expulsó una ingesta cantidad de omnipotencia
contra Maly.
Un orondo láser de
azules, rojos y blancos dorados fue a por la enemiga
con una fiereza desmedida.
Maly pudo frenar
la acometida terminante con su propia energía.
De inmediato, dos
láseres colosales se enfrentaron en medio de la
guerra iluminando el mundo con
sus bélicos rostros de Eón.
—¡Papá! ¡Maly es
muy poderosa! ¡No aguantaremos tanto desplome
de energía! —chilló Ivory desde
el interior de Seraphalia.
El magno láser de
Seraphalia cobraba más intensidad cada vez que
Alienta le otorgaba más Ira
Divina Eón, pero Maly no quedaba atrás.
Parecía que nadie
iba a vencer.
Seraphalia
resbalaba sus pies multiarmados mientras expulsaba sin
remedio más y más
energía al igual que lo hacía Maly.
Un soldado detectó
demasiado peligro.
—Oh, no… No, no,
no, no… ¡NO! —gritó nervioso mientras
activaba el auricular del ejército—. ¡Mis
generales! ¡Los Eones
están promoviendo un Armagedón Eón! ¡Hay que huir!
¡Retirada, retirada!
Atendiendo a la
orden, una general bastante veterana atisbó el irremediable
peligro.
—Dios mío, es
cierto —dijo con voz trémula desde una colina cuando
masacró a un enemigo con
su espada-cañón—. ¡Atención a todo el
ejército! ¡Escudos de energía máxima!
¡Rápido!
La mujer sabía que
no se podía escapar debido a la magnitud tan
kilométrica de los láseres
enfrentados de Maly y Seraphalia, por lo que
se optó por defensa… Aunque dudaba
en sobrevivir.
Enseguida, todo el
mundo (hasta los enemigos) se escudó en protecciones
de energía unida esperando
a que el Apocalipsis Eón no los arrollara y
borrara del mapa.
En el espacio…
—Madre mía, ¿qué
es eso? —masculló Nina con una sorpresa
llevándose a preocupación fuerte—.
Parece un Armagedón Eón a
punto de ser iniciado… ¡Evan!
Con su poder
eónico, Nina percibió el corazón de su marido.
Apuró motores
futuristas en dirigirse al mundo.
Seraphalia era un
caballero inmejorable pero su energía y la
de Alienta estaban mellándose
lentamente.
—Ah, maldita sea.
Me empiezo a encontrar débil —murmuró Evan
dentro del organismo Eón.
—Papá… Papá… —Ivory
no podía dar más de sí y entrecerraba los
ojos con vitalidad muy baja.
—Ivory, aguanta…
Aguanta, hija…
Ambos estaban demasiado
decaídos como para continuar. Ahora
lo único que restaba era la propia energía
de Seraphalia controlando
la de Alienta… Y un milagro.
Un ángel del
Cielo.
Unos soldados
atisbaron en el firmamento una nave.
—¡Qué es eso! —gritó
una guerrera.
La embarcación
caía en picado, y de ella, un Eón de colores
dorados y oscuros blandiendo una
melena rubia resplandeciente
como toda su armadura múltiple.
—¿Qué es eso?
Parece un Eón, pero la banda que lleva no es
reconocida como tal ser —se
susurró la guerrera a sí misma, y
fijando una visión más curiosa…—. ¡Es Orseus!
Nina, dentro de
Orseus (el Eón de la Eternidad), llegaba a la guerra.
Dios soltó una
lágrima extraña.
16/10/2016
(Segunda parte):
Orseus descendió a
gran velocidad en busca del freno de
la hecatombe eónica que estaba promoviendo
los dos láseres de
Seraphalia y Maly.
—¡Es mamá! —gritó
Ivory con cierta debilidad pero recobrando
la esperanza.
Orseus entró en el
láser y, con innumerable omnipotencia
como Eón legendario que era, pudo
controlar la extensión del
rayo magnánimo evitando la alarma de Armagedón Eón.
Los ejércitos
estuvieron a salvo pero no por mucho tiempo,
pues la guerra continuaba su cauce
imperturbable. Regresaron a combatir.
Resplandeciendo cual
Ángel del Juicio Final, Orseus estaba imponente.
—¡Amor mío! —deseó
Evan desde el interior de Seraphalia.
—¡Evan! —chilló
Nina dentro de su Eón Orseus.
Anhelando
abrazarse inmortalmente, había que desistir de ese amor
tan intenso por unos largos
momentos, pues Maly comenzaba a
recuperar sus energías y había que frenarla.
Orseus se unió al
equipo de batalla.
Ahora tanto él
como Seraphalia, la familia al completo, estaban dispuestos
a parar la
Oscuridad.
Sin embargo, Maly
tenía muchos ases en la manga.
—Eones divinos,
seréis todos míos —masculló Maly con furia
desmedidamente contenida.
Maly empleó su
omnipotencia que le otorgaban sus habilidades de
diosa maldita.
—¡No! —tronó
Seraphalia al ver lo imposible.
—Maldición. —Orseus
también estaba anonadado.
—Hagamos una doble
fusión.
—Sí.
Uniéndose Orseus y
Seraphalia en un solo ser, ahora nació el Eón
de la Divina Eternidad.
Evandelión.
Maly estaba
transformándose en su total, completo y absoluto
poder maligno apareciendo como
una entidad kilométrica en el
planeta. Tan gigante era que no podía permanecer
en el mundo,
por lo que tuvo que salir al espacio.
Evandelión tenía
graves problemas ante tamaño magno y
omnipotencia desperdigada por cada parte
de la nueva Maly.
—¡Ser de la
Oscuridad! ¡El medallón de mi linaje no te pertenece!
—lanzó Evandelión con la
voz del Eón Supremo—. ¡Orseus será
limpiado y caerá el fuego de mi ira sobre tu
corazón negro!
La batalla final
estaba servida en plato del infierno.
Mientras los
ejércitos combatían sin piedad, Evandelión tenía
clara la misión: acabar con
Maly y recuperar su medallón.
—¡Vamos! —inició
Evandelión.
Volando con sus
veinte pares de alas de Eón del Infinito, se adentró
en la Oscuridad.
El Corazón del
Caos.
Dentro…
—Dios mío, ¿qué es
todo esto?
Sorprendido
Evandelión por lo que observaba, convino que iba
siendo hora de…
—Alienta, llegó tu
momento. Expande toda tu energía por mi organismo.
—Así sea,
caballero divino.
Sabiendo que
Alienta ya estaba totalmente doblegada ante la omnipotencia
que gastaba
Evandelión al cosmos, la diosa se entregó por completo a él.
Como hacer el amor
eternamente.
El Eón de la
Divina Eternidad sintió una sobresaturación de energía
que le permitió relucir
cual guerrero inmune.
—¡Maly, he aquí tu
final! —rugió Evandelión la Luz.
Devastadora de
varios filos, alas acogiéndola como bebé único del
Bien, corazas protegiéndola
cual niño prohibido, vestimentas
amparándola al ser una adulta doncella
destructiva, y runas y
auras tomándola por anciana mítica, el arma evangélica
de
cincuenta mil signos exterminadores de Evandelión tomaba por
nombre
Albunthazel.
—¡Adelante! —se
adelantó Evandelión.
Millones de
entidades oscuras estaban amenazando al campeón divino.
En posición de
combate, Evandelión arrasó con los primeros mil
enemigos con su espadón
múltiple.
—¡Apartaos de mi
camino!
Henchido de la
cólera de un dios desmedido, continuaba su
destrucción celestial.
Rayos de su
armadura que extinguía los flancos malditos,
escudos invisibles devorando los
fuegos del abismo, ondas
bestiales salvajemente disparadas de Albunthazel para
abrirse paso en la profundidad de la Oscuridad, puñetazos a
diestro y siniestro
contra brutalidades inimaginables que
superaban en tamaño al campeón, todo eso
y más belicosidad
era lo que Evandelión daba a placer y goce de los héroes
invisibles que le acompañaban.
Valor y Victoria.
—¡Maly, basta!
¡Regresa a mi luz! —expulsó Evandelión
una orden directa mientras continuaba
rompiendo los grilletes
de la Oscuridad con tanto enemigo de por medio.
Evandelión tuvo
que frenar su imparable avance ante lo que vio.
—Una barrena de
soldados. Ahora veréis lo que es bueno.
Envolviéndose en
poderosas auras de energía, voló a la
velocidad de la luz para pulverizar las
murallas que invitaban a
salir corriendo de allí.
Reventando los
estallidos de gritos que allí perjuraban contra
Evandelión, éste logró
traspasar las urbes negras de la zona.
—Estoy más cerca
de ti, monstruo. No tienes derecho ninguno
de blasfemar contra el linaje Eón,
Maly. ¡Ninguno!
La Ira Divina de
Evandelión no tenía límite. Cada vez más y
más se otorgaba a sí mismo como
indiscutible caballero celestial.
La siguiente ronda
de batalla estaba servida.
—¡Pagaréis todos
enfrentaros a mí!
Albunthazel
despidió una gran cantidad de apocalipsis de sus
cañones ocultos en los filos
para dejar libre el camino, y luego
Evandelión hizo el resto.
Conquistar la Oscuridad.
Dejaba atrás
enormes hostiles de características diferentes.
Sin misericordia,
los demolía hasta dar con la diosa Maly.
Y allí estaba,
tronando la caída del universo en sus manos.
Evandelión
permanecía cual caballero impasible ante el Mal.
—¡Maly, desiste de
blandir la Espada de la Oscuridad y entrégate!
¡No te lo volveré a repetir!
Era inmejorable su
porte divino.
Maly lanzaba más
rugidos ensordecedores que rompían los oídos
de Dios y hasta de Satán.
El Infierno tuvo
que cerrar sus puertas para que dejara dormir.
Evandelión no
contaba con que el exagerado poder de Maly podía
comérselo de un bocado.
Y sucedió.
Evandelión sufrió
una desmesurada profundidad de golpes
mágicos en cuanto Maly despidió una
gigantesca cantidad de
energías contra él, despedazándolo poco a poco.
—¡Evan, utiliza mi
energía sagrada para inyectar más energía
a Evandelión! —mandó Nina desde el
interior del Eón de la
Divina Eternidad.
—¡Ivory, apoya a
tu madre mientras le sustraigo energía!
—ordenó Evan a su hija.
Trabajando codo
con codo y mientras Alienta daba todo de sí
también para recuperar la
estabilidad de Evandelión, todos eran
los Héroes de la Vida.
Esquivando y
protegiendo acometidas insaciables de muerte,
Evandelión lograba gradualmente
concentrarse para evadir a Maly.
—¡Maly, maldita
Eona! ¡Basta! —vociferó el Gran Eón.
Logró placarla.
—¡Me toca!
Evandelión empezó
a desalojar toda su Ira Divina contra Maly.
Colas cayendo en
picado al abismo, alas siendo destrozadas
con el odio empleado para el bien,
blindajes terminando limados
por Albunthazel y su desmedida energía sin
límites, soldados
desapareciendo en los tártaros de sus agónicos rugidos, y más
devastación que procuraba Evandelión, el triunfo estaba tocando
pronto.
Maly había
conseguido rebasar los límites de Evandelión que
hasta observó que logró
reventarle las armaduras del pecho, con
lo que podía empezar a succionarlo.
Pero Evandelión
era irremediablemente fiero.
Eludiendo láseres
en masacre, genocidios bíblicos, fulminaciones
a diestro y siniestro y ataques
salvajes, Evandelión tenía la última
orden de su parte.
—¡Maly, acaso no
sabes quién soy yo! —exclamó el Eón.
Escuchando los
gritos desgarradoramente insoportables de dolor de
Maly al provocarle tanto
daño en su organismo maligno, Evandelión
preparó el golpe fatal.
Apuntó con
Albunthazel al corazón y alma de Maly.
—¡Yo soy la Eternidad!
Y con el Juicio
Final de su parte, Evandelión se lanzó en flecha
invisible contra Maly.
Empaló la
Oscuridad con la Luz.
***
Los días en el
linaje eran tan acogedores que un calor extrañamente
familiar recorría en el
cuerpo de Ivory mucho amor.
Evan y Nina
volvían a apasionarse tras tener en manos el medallón
Orseus, además de que
Demira estaba de nuevo también en familia
al haber sido succionada su parte
malvada: Maly.
Tair también fue
absorbido en el combate eterno, ya que su Eón
estaba sellado a la Oscuridad de
la diosa Maly.
Ivory no podía ser
más feliz al regresar a la vida que llevaba antes…
¿O sí podía ser más feliz?
—Hija mía, ¿por
qué nos dejas de nuevo? —dijo Nina al
interceptarla en la puerta de casa.
—Mamá, no puedo
quedarme con vosotros. —Algunas lágrimas
le asomaban.
—No, por favor. No
te vayas, mi Ivory. El que no hayamos
cuidado de ti tu padre y yo en el pasado,
no significa ahora que
no lo hagamos.
—Estaré bien.
—No te vayas de mi
corazón, Ivory.
Nina se abrazó a
ella con llantos insostenibles.
Ivory no pudo
contenerse y también se abandonó a ella.
Evan y Demira
observaban la triste y tierna escena desde una
ventana del hogar.
—Eh, Evan. ¿No vas
con ellas? —preguntó Demira.
—Es mi hija, pero
no una niña. No puedo impedirle lo que desee,
siempre que sea bueno. Me
gustaría tanto que se quedara con nosotros…
—No te preocupes.
Yo cuidaré bien de ella.
—No hace falta que
me lo prometas. Sé que lo harás.
Con una sonrisa y
un abrazo amistoso, Evan despidió a Demira.
En la puerta de
casa, Nina no dejaba de llover por su hija, sin
embargo iba entendiendo el
destino de Ivory.
—Mamá, no te
preocupes. Estaré bien. Os vendré a visitar cada
vez que pueda.
—Mi amor siempre
tiene la puerta abierta para ti. Siempre…
Con los ojos
brillando un próspero futuro de lágrimas felices,
Nina le hizo entrega a su
hija del medallón.
—Ahora que te hago
heredera de mi sangre —dijo Nina
colocándole el medallón—, te designo líder de
Orseus, pues yo ya
no quiero pertenecer a ese clan.
—Oh, mamá.
Un nuevo abrazo
pero de bienestar, sin lágrimas ni penas capitales.
Después, Ivory
despidió una última vez a sus padres y se marchó con
Demira.
—Eh, ¿a qué vienen
esas gotitas de niña? —habló la general Demira
con gracia.
—Déjame en paz. —Le
golpeó cariñosamente un hombro.
—Oh, la niña está
molesta. Hagamos una carrera hasta Orseus.
—No serás capaz.
—¿No? Esta noche
no estás invitada a mi banquete. —Salió pitando.
—¡Eh! ¡Cómo qué
no! ¡Ahora verás!
Feliz por la nueva
vida que iba a llevar como primera al mando de
Orseus y segunda general tras
Demira, Ivory persiguió el destino.
El camino hacia la
Eternidad.