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domingo, 19 de febrero de 2023

El Renacimiento inglés

El Renacimiento inglés abarca el período del siglo XV hasta inicios del XVII. La afluencia del Renacimiento italiano, que ocupó toda Europa, fue un modelo a seguir por este país. Tierra de renovación, experimentaba con las nuevas artes propuestas por esta época. Se da estrictamente en el año 1485 d.C. con el fin de la Guerra de las Dos Rosas, que da lugar a la dinastía Tudor, aunque su mayor apogeo se visualiza durante la era isabelina.

Las artes de esta era en Inglaterra se vieron expandidas no solamente por las pinturas, sino por la música y la literatura. La propia lengua del país fue sustituyendo poco a poco el latín y otras, dando como resultado la oficialidad en sus textos. Mientras la imprenta tomaba bases fuertes, el idioma se conocía cada vez más por otros lares de tierras lejanas.

La poesía y el teatro dieron como resultado el favoritismo inglés por conocer estos temas. La influencia del autor Edmund Spenser, con su obra The Faerie Queene, tuvo como deferencia un inglés cercano casi a todo el mundo. Pero quien mejor definió esta época, se podría decir, fue William Shakespeare, herencia posterior para generaciones futuras.

Una de las afectaciones para este período fue el motivo de los descubrimientos y la Reforma anglicana, los cuales tacharon algunas de las obras de artistas como momentos oscuros, tales como naufragios y batallas navales. En cambio, el teatro era bien distinto. Se situaba en el mejor marco de toda Inglaterra con actuaciones tan extravagantes y alegres que a todo el mundo le gustaba. Solían ser tanto públicas como personales, para la gente en general como para nobles en privado. William Shakespeare fue la cima de estas características gozosas del Renacimiento inglés. Dado esto, igualmente figuró como maestro para muchos alumnos posteriores a él hasta a su muerte como a su legado, siendo las obras italianas una muestra de su inspiración continuada.

La reina Isabel fue un icono de esta época, un elemento de comercio para dar a conocer lo que se “cocía” en Inglaterra hacia el exterior, y que causaba tamaña atención. Había escrito poesía y la encasillaban en el Humanismo renacentista, con una educación pertinaz.

Durante los avances académicos, nuevas escuelas se crearon para realzar la gramática inglesa como la innovación de esta era, logrando así formar a nuevos literatos. La Edad Media quedaba atrás y pronto se veían cambios radicales en algunos aspectos, sobre todo en la gente, en su costumbre, en su forma de andar, en sus relaciones y en cómo contemplaban el mundo del arte renacentista. Destacó Tomás Moro como un intelectual de la época, entre otros.

Las aplicaciones científicas generaban una satisfacción elocuente hacia una era cercana al Barroco. Book of Common Prayer y sus actualizaciones posteriores llegó a ser uno de los libros religiosos con notoriedades inglesas destacables, reflejando así la metodología inglesa como una de las mejores lenguas de Europa de este siglo.

Sin embargo, la pintura tardó un poco más en adaptarse a estos cambios tan drásticos del Renacimiento. Solamente artistas Tudor eran lo más conocido por entonces, sin embargo, extranjeros, aunque con paso a dar con otros locales del propio idioma. Una obra conocida de esta categoría y siglo es el Retrato de hombre con gorro negro, de John Bettes el Viejo (1545). No obstante, y a todo esto, el retrato en miniatura sí que supuso una de las ideas más características para sacar a relucir todo el talento inglés o parte de él, aunque no se extendió por el resto del mundo hasta bien entrada la siguiente era. Los retratos manuales en joyerías era lo más destacado, aunque exigido por maestros de fuera de estos lares. Las claridades en los textos era uno de los aspectos que destellaban en esta literatura moderna. Su mano llegaba de los flamencos, que hasta el siguiente período no se vio sustituida por artistas ingleses de nacimiento.

La religión ya no cobraba tanta importancia, sino el retrato de personajes. La Reforma anglicana había desterrado la oscuridad medieval para dar paso a estos “gigantes” del Renacimiento.

La escultura, ligada mucho a la pintura, fue introducida por Pierro Torrigiano, quien acudió a Inglaterra por el rey Enrique VII, y autor de su sepulcro, aparte de otros importantes, en la Abadía Westminster. Aún con el gótico pisando fuerte, no obstante, los monasterios tomaban rasgos menores con respecto a los motivos renacentistas que se aplicaban dedicados al florecimiento. El Renacimiento nórdico también tomó protagonismo, siendo compañero del inglés con escultores dedicados a decorar por orden de los reyes.

La música cobró la importancia gutural, más que llamativa, aunque predominaran todavía las gargantas eclesiásticas, nacían ya autores como Thomas Morley o John Dowland.

En cuanto a arquitectura, la firma de los Tudor quedaba grabada como el denominado tardogótico, género aplicado a ese gótico que no abandonaba fácilmente la faz de estas tierras. Su innovación vino por los norteños que por los italianos. Eran grandes casas para los nobles de la época y contaban algunas con cristaleras, en vez de muros cerrados o huecos abiertos que actuaban a modo de tragaluces. Sin embargo, el estilo medieval figuraba como un estándar de esta época, y las casas más pequeñas eran todavía el hogar del pasado. Los monumentos funerarios se hacían de esta manera.

El arte renacentista inglés fue uno de los mejores del Renacimiento y dio como resultado a autores que dejarían su legado marcado por toda la inmortalidad.


© 2023 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).

España.