Alegre aquel hombre que sabe de su remar
desde la vasta orilla, cornisa del amor,
en la que la amada lo quería, tal señor,
aunque a su puerta nunca la pudiera cruzar.
Él era tan cortés, hermosa alma de sobrar,
y jugar con ella para su dueña del dolor,
era un santo placer que le causaba horror,
miscelánea, hombre que sabe solucionar.
Hágase a un lado, río, que yo voy firme,
entre piernas de un esclavo y valor de rey,
soy capaz de levantar montaña, hacer volcán.
Hágase al frente, horizonte, que no soy buey,
sino poeta para ella, ¡se lo afirme!,
y jamás le faltará beso, ni le sobrarán.
© 2022 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.