Mi talento es una prostituta,
se vende por cada esquina,
comprado por los céntimos,
más apetecible que la fruta.
Es el corsé que me amputa
el maquillaje del mendigo,
oro hecho de buitres y arpías;
cada letra, una letra impoluta.
No tenga quien lo impulsa,
corazón de macramé, ensilla su vista
a lo más lejos donde sobra el poder;
el desprecio, la zancadilla más astuta.
La genialidad lo reputa,
compite con piernas de fieltro,
escote de leyenda, nalgas de arte;
una sola crítica lo ejecuta.
Conquistador, sonrisa diminuta,
lo compartimos entre hermanos,
es maravilla para el pueblo,
y la traición, luego de Judas.
“¡La vida no lo disfruta!”,
es el precio de los que valen,
el índigo de cada letra
en los labios de mi don: una puta.
© 2021 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.