La vejez yacía en tu piel, amor,
ataviada de luz, ángel perdido,
moscas en las montañas
alejaban su peste de tu calor;
y el verde… Verde era mi color,
abrazado de ello, pasto, silencio,
inquietud, castidad para el mundo
que duele tanto como mi dolor.
Y te vi de lejos, amor…
Sonrisa misma del mar
cuando sus olas mueve
en honor a la orilla, templadas al sol.
Tus pasos lozanos, pies de carbón;
cruzaste mi mirada, orbes de paraíso;
dejaste atrás, con humildad, el espero…
Nos dijimos todo en un modesto adiós.
© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.