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Complementos a Saga Eterno

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miércoles, 26 de agosto de 2020

Comprometidos

No hay distancia humilde o lejana, 
ninguna barrera en las noches,
diamantes de las musas;
en ellas te tengo cercana.
Ni habrá sueño o magia
que duerma mis manos
con las que besar tus poemas, 
o tus labios con ansia.
Siquiera existe lana
que nos engalane con mil ropas:
cien de ellas de tierra, 
nuestro lecho, nuestras mantas.
Piensa en esas aguas,
las que separan mundos,
pero no el anillo
cuando en mis olas, te bañas.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

martes, 18 de agosto de 2020

El arte de las caras

El amor conquista las caras;
los clichés, tópicos y moda
se los deja al arte de la guerra
de lo que fue una sonrisa apagada.
El amor se lleva las almas;
el destino detiene conceptos, 
lloros, alegrías, libros en el tiempo, 
tantas historias regaladas.
El amor nunca echa amarras;
el miedo aterra la felicidad, 
la pincelada de la vida, 
es la tumba que nos ata.
El amor es una idea innata,
no un cáncer, algo frío, 
un amigo de la niñez
o un truco de magia. 
El amor defiende su causa, 
no es un hueso roto, 
un número en soledad,
es geometría sagrada.
El amor no es una nada, 
es un deseo, un corcel, 
el vestigio de una fascinación,
la hora de una visita inesperada.
El amor es futuro, es mañana, 
en el presente firma huellas, 
al pasado inclina su rostro
y sonríe a quien llora por su amada.
El amor es la Puerta Magna,
la victoria sobre otras, 
el misterio de las leyendas…
El amor es un sinfín de palabras.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Aguas de seda

La espié, su belleza era inmune al sol,
a mi deseo de retar a su lago
donde su cabello escapaba a Dios,
al cielo minervo, encrucijado,
las nubes que reflejaban su rubor.
Allí estuvo, como hermoso astro
orbitando lejos de mi amor, 
constante, suave, de tacto delicado;
el espejo del que habla su sudor.
Imaginad tal desconcierto ermitaño,
mi secreto permanecía en buen confort, 
ahí, hecho nube y desaliñado,
atacante del silencio, mudo tambor
de mi anhelo por odiar al mago
que hizo de mí un tallo sin flor.
Y no dejo de observar, callado, 
entre postizos caminos alrededor, 
aquejada mi alma en llanto
de no poder cazar al ave del dolor
que gruñe mi estómago de gusano, 
de pocos capullos y una mariposa a color,
mientras el viento manda mi paso
a ser valiente, héroe o ladrón, 
dar zancadas de viejos zapatos,
ser caballero o un mal jugador
de las tabernas, que ni dan buen caldo
ni un tajante trago de ardor.
Bañada en céfiros, este caballo
trotará a sus filas, mas hay dos
también en su correo… ¡Ingratos!
Ella no obedece a ningún monseñor;
quién fuera yo, así, un adinerado,
hombre para ti, mentiroso lord,
harto de extensos y bellos campos
como tus indómitos cabellos son.
Arbustos, contemplad mi cuerpo fatuo, 
hecho guerras, cadáveres y horror, 
no soy para ella su árbol
en el que llore o cuando no.
Desde este flaco estrado,
mientras yo pienso si el celo es un don, 
otros te quieren llevar en su saco;
tradición de los amantes, digo yo. 
Y desde esta orilla del plano,
seguiré observando tu fervor,
lobo que aúlla a su luna en verano, 
semental para la siguiente estación.
Yo maldigo al viento casto,
estigma de mi escasa respiración,
obrero del tiempo y del acto.
Él te ama como si fuera yo, 
y yo te amo como este viento lejano.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

miércoles, 5 de agosto de 2020

En manos del vigor

Por dentro el manjar
de las frutas prohibidas, 
que se deslice por la arena,
bulle entre tu seno al nadar.
Me consigno, haré firmar
la gloria en la belleza viva
o el escándalo de un conde
si mi mirada te hace desnudar.
Palabras y palabras para dar
como bestias desganadas en busca
del correcto ser, el hombre ingenio
que duela amarte o hacerte llorar. 
Palabras y más palabras se van
en cada beso que huya a ti, 
huyan de este mundo
por la avaricia que les das.
Y se hunden mis manos allá
donde cae el cielo y crece la ira,
allá donde ya no estoy
y estoy en tus deseos, lo sabrás.
Sabrás de la delicia del mar, 
conocerás la montaña de un dios, 
el origen del romance
entre una abeja y la flor letal.
En cada beso ya no habrá
un abrazo lleno de ternura,
sino un amor de monumento
de cien torres de ego imperial.
Y nos engancha más
como droga, veneno en barril,
genio de lámpara que a tu cuerpo
yo no puedo dejar de desear.
Igual que un rayo mortal, 
cada estampida resuene por los valles
y cada tormenta chille
si al besarte le robo toda su electricidad.
Sí, así sean las noches, ojalá;
así sean las guardias y velas
que de cada beso tuyo, 
mío sea el orgullo de un gran pilar.
Atrapada en mis brazos por el dorsal, 
así se hace el amor, 
y quien me conozca lo contrario, 
que me diga cómo he de conquistar.
Choque tras choque, transpirar;
no existe mejor música
que oír el toque de la guerra
en el piano de un profesional.
Daré honor a tu feminidad, 
pues de ahí es el amor:
el mayor vigor del hombre
que tanto ha de entregar.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.