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Complementos a Saga Eterno

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jueves, 25 de junio de 2020

El indigente tufo

Versos contra los mejores platos de un chef, escritos por Don Filipendio Porquino, caballero galante de escasa idiotez.

En el siglo XVII, un galante caballero, 
de cuarto gramo de bigote
y kilo y medio de letras en negro, 
empezó a sufrir de acoso estomacal
tras zampar como un pato escueto.
Convirtió la ira en palabras tajantes,
y con una mano aferrada a su pecho,
un discurso maleante le nacía
de lo más hondo de su poco cerebro.
Decía así:
“Desde los déspotas de mi nalguero,
resuena, enjuto, el peor aroma
con el que hacer un mal remedio.
Expulsa de él un esquema de lo que fue
un banquete bien lleno:
la cesta de la compra
que mi mujer me dio por cerdo. 
Escrito en el aire,
me conmueve anunciar cada alimento
que fue a parar a mil narices
cuando me tiré este pe…
¡Me conmueve anunciar!
que con barriga de huevo
supo la noche a romances,
y a algún que otro duelo. 
¡Me batí con uno que sabía!, 
sabía hacer bien los quesos
entre clara y clara, rubia nata, 
me sirvieron plato a pelo. 
Mal fresco… ¡Rasca mi lorza!
Orejas, escuchad el gallo viejo, 
dios de los cultivos de maíz, 
amigo de la canción de mi trasero.
‘¡Cochino!’, se oyó al fondo, 
pero era mi señora de lejos
reprendiendo a un borracho
que no sabía ser hombre en vez de cuento. 
Y de pronto, nació uno más, 
otro insolente genio
que me arrebató la calma
al salir, inmisericorde, de mi pandero.
¡Desde las injusticias!,
cada quien mira a otro cerdo,
otro que juega bien sus cartas
en un rancio y escondido momento. 
¡Ras!, se oyó el trueno
desde las imperfecciones del prójimo, 
uno más que acompaña al viento, 
ya harto de discursos al aire
que nada resulten, solo en muertos.
Y qué más da si la culpa
es de quien gusta de alimentos
en las cocinas de mi palacio, 
hogar de sabores y ronroneos.
¡Aquí está! Otra fechoría
del guion de mi quejo:
robusto chef con cuchara de palo, 
un puchero me trae con mayor puerco.
¡Que lo ahorquen, a la hoguera!,
¡cuélguenlo como a un murciélago!
Quiero verlo correr entre mis manos
por hacerme estreñir los versos.
Ya no puedo más, 
necesito relajar mi tiempo
fuera de mis invitados, 
comensales de riqueza y huertos. 
Hasta muchos años dure
este puzle de fatuos fuegos, 
dominios de los diablos, el baño…;
¡voy a forjar una espada de mi nalguero!”

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

jueves, 18 de junio de 2020

Entre un ciclón

Vi pasar un grano de azúcar
en la arena blanca, escurridizo, bello, 
tan amplio como un mundo,
tan seguro como una piedra entre rocas.
Era gemelo de la sal marina, como medusa,
encuentro eterno entre agua y tierra, 
figura inquieta igual que una estatua
o un muro lleno de hormigas trabajadoras. 
La noche no ocultaba ese grano de azúcar, 
etéreo en su quietud, débil ante el agua,
fuerte coloso contra el viento;
todo un reto para Dios a cuenta gotas. 
Un grano de azúcar lejos de ser azúcar
cuando ese grano llora en el agua,
deshace sus lágrimas en espuma, 
blanca como la arena y la sal gorda. 
Viejo como una cana, nieve de bruja, 
un grano distinguido por su hazaña
de ser único entre semejantes,
todos granos dentro de una bolsa. 
Este era natural, poeta y musa, 
escribía su historia en cada paso,
dejar en la arena su vida
en letras de barro y agua de roca. 
Y se fundió en una escultura
que el sol la llenaría con cortinas de oro, 
entre tanto grano de azúcar
como puertas con su pomo de orca.
Se hizo vivo, el destino del azúcar;
se hizo perfecto, ni cosa ni objeto,
juguete o niño burlesco, un ser gigante;
vi pasar un ciclón que se llevó mi sombra. 

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

viernes, 12 de junio de 2020

Arañas

La vida es como una araña:
teje la red perfecta, 
espera la víctima, incauto inocente, 
luego todo lo amaña.
Se la come, come con gana
lo que otros desean arrebatarle, 
el descuido se convierte en hambre
y el hambre, en ansia. 
Maestros del descuido humano, hablan
los que conocen de tretas,
reciben su nota por cómo ven
lo que otros anhelan ver: artimañas. 
Ingente sea toda esa mafia
que ahorca a quienes merecen
el mejor trofeo del mundo, 
y lo que obtienen es una injusta mirada. 
Anhelos de poder sin honor ni nada, 
socarronas sonrisas, ojos de reptil, 
manos de blanco albañil
para teñir el negro de sus almas. 
Sí, y el esfuerzo se paga
contra otros que lo destrozan
con distracción amante,
o una belleza barata. 
Y cuando atisban ese furor, esa garra,
de robar el ingenio, el valor, 
se dan cuenta del error
que es entrar en territorio de arañas.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España. 

sábado, 6 de junio de 2020

Posibles

Es posible convertir el amor en felicidad, 
aquel que la conoce lo sabe, 
la dama que lo prueba, cae encantada, 
el niño con su madre, nunca lo hace llorar. 
Es posible que el amor sea una verdad
para aquel no creyente del deseo, 
el que busca dinero por pasión, 
tal vez en otra almohada encuentre algo más. 
Posible sea el amor en la soledad
cuando desciende el sol
como mísero indigente, fiel, 
y asciende en caballero al amar. 
Posibles… ¿Cuán posible es amar?,
si de tanto que se ama
la energía no acaba, fluye
por los ríos de la montaña de este mar. 
Mar de mi tierra, cuerpo irreal,
si fuera alma inerte no sería poema
lo que este amor significa entre líneas;
un libro imposible con historias sin acabar.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.

lunes, 1 de junio de 2020

Antes

Antes de la vida el sonido del silencio
era una caricia, el amor de la Madre, 
un canto entre gotas de la lluvia, 
el cielo amante, la pasión del invierno. 
Antes solo había paz, un beso;
de los anhelos crecían las fantasías, 
los deseos sin desear, el problema de vivir, 
la muerte… La muerte del viento. 
Los que sabían amar conocían el secreto
de poder sentir lo que antes había, 
antes del nacer, del vivir, del comer…
Antes que todo ello. 
Antes incluso que el mismo tiempo
ya existía el deseo de besar con velas
las letras del mundo que comenzaría;
uno en donde tú y yo somos ese cuaderno.

© 2020 Elías Enrique Viqueira Lasprilla (Eterno).
España.